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Coherencia política

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Coherencia política
Óscar López
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.
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De lo que no cabe ninguna duda es que este es un Gobierno serio y progresista, con criterios lógicos y sobre todo coherentes. Por ejemplo, la privatización de una empresa pública es algo que no cabe en los principios del progresismo. Por eso Óscar López, que es el ministro para la Transición Digital y la Función Pública, además del nuevo candidato de Sánchez para recuperar la región de Madrid de las sucias manos de la derecha, pone el grito en el cielo cuando Ayuso, que es "racista y xenófoba" por aceptar inmigrantes ucranianos, recurre a la colaboración público-privada.

Ceder la gestión de algunos hospitales a una empresa privada es según López "desmantelar la sanidad pública". Privatizar es un anatema, un delito. Es casi como construir un embalse o un trasvase, algo inconcebible para cualquier persona de bien. Dice López que "Madrid es un pozo de corrupción". Pero no se refiere a los trapicheos de Ábalos y Koldo, aunque tramaran buena parte de sus chanchullos y gestionaran los pisos y los contratos de las amigas del exministro en la capital y a través de empresas públicas con sede en Madrid. También en Madrid está el Ministerio de Transportes que dirige el otro Óscar, ese que pretende convencernos de que Jessica es la primera trabajadora del mundo que declara ante un juez que no trabaja, mientas su empresa asegura que es una empleada ejemplar.

Lo de privatizar es una perversidad para Óscar López, gran defensor de lo público siempre que no hablemos de darles a los funcionarios atención médica privada. Porque entonces sí, el acuerdo de Muface resulta tan necesario que si hay que poner 4.800 millones de euros se ponen, faltaría más. No vaya a ser que algún empleado público piense alguna vez en votar a quien defiende lo privado. Como el Gobierno del que forma parte, Óscar López es también serio y coherente.

Por eso, cuando un prestigioso semanario francés publica que aprovechó un viaje para asistir a un evento de inteligencia artificial en París para reunirse con el CEO de Vivendi y exigirle que venda sus acciones de Prisa, Óscar nos explica, oh sorpresa, que eso es un bulo. Vamos que la fachosfera mediática ya ha extendido sus largos tentáculos a la prensa francesa. Y además asegura, con un desparpajo digno de la ministra de Hacienda, que "nunca, nunca, nunca", así, tres veces seguidas, "el Gobierno interfiere en los asuntos de una empresa privada". Tan nunca que sólo hace un par de meses invirtió 2.000 millones en Telefónica. Y luego decidió despedir a Pallete y le obligó a acudir a la Moncloa para comunicarle que Murtra le iba a sustituir en el cargo.

La obsesión de Sánchez por hacerse con el control de Prisa, editora del diario el País, puede resultar un tanto absurda. Recuerda un poco a esa escena de Pretty Woman en la que Richard Gere acompaña a Julia Roberts a comprar un vestido a una exclusiva boutique de Rodeo Drive. El dependiente, muy atento y amable, le pregunta si necesita algo más: "Sí, que nos hagan más la pelota". Y es que a Sánchez no le debe parecer que Ourghoulian le haga tanto la pelota como el puto amo se merece. Y además quiere que se deje de tonterías con lo de reducir la descomunal deuda del grupo y que se lance a poner en marcha otra televisión que él y Begoña puedan ver por las noches sin temor a que les recuerden esas cosas tan desagradables de los jueces prevaricadores que andan acosándoles sin motivo. Deben estar hartos de tener que sintonizar siempre La1.

A Ourghoulian le preocupa que nadie más quiera ver esa cadena, y que, con tan reducida audiencia, la sangría económica de Prisa se dispare. Y se ha atrevido nada menos que a escribir en El País, que "sería inaceptable que cuando estamos recordando que hace cincuenta años que murió Franco, alguien cayera en la tentación de adueñarse de un medio de comunicación independiente desde el poder". Que ya hay que tener mala leche para juntar a Sánchez y a Franco en una misma frase. Aunque gobernar cuarenta años seguidos seguro que no le disgustaría a nuestro presidente.

Bueno, estas son cosas de andar por casa. Y en la intimidad del hogar quién no hace alguna vez lo contrario de lo que ha dicho. Pero cuando se trata de cosas importantes, seguro que el Gobierno sí que es coherente. Y qué hay más importante ahora mismo que defender la unidad de Europa frente a la amenaza de Putin y preservar la democracia y el derecho internacional acorralados por las ambiciones de un autócrata. Por eso Sánchez está decido a luchar por la unidad europea. Y a convencernos de que la suerte de Europa depende de que salga adelante el plan de rearme y de aumento del gasto militar.

Y seguramente también por eso no para de criticar a Feijóo, pero no dice nada de Belarra, de Bildu, del Bloque Gallego, ni de todos esos a los que debe su cargo pero que no se enteran de la urgencia de la situación, viven abrochados a una pancarta, le llaman "señor de la guerra" y parecen más partidarios del imperialismo ruso que de proteger a los ciudadanos europeos. El Gobierno, siempre tan coherente, dice que está tranquilo y que "la mayoría no está en peligro". Debe referirse a esa mayoría con la que no puede aprobar los presupuestos, ni la inversión en defensa. Pero sí la quita de la deuda y el reparto de menores inmigrantes. Tiene razón Page cuando asegura que "quien manda en España es Puigdemont".

Lo que no está tan claro es quién manda en el PP. Porque Mazón no para de trolear a Feijóo. Ya le reventó las elecciones en 2023 y ahora se vuelve a echar en manos de Vox para tratar de volver a la vida desde el más allá, mientras el de Orense se hace el gallego y no sabemos si sube o baja la escalera. Pero no parece que sea el PSOE, ni el presidente del Gobierno, el más autorizado para cuestionar los pactos que hacen los demás y el precio que pagan por ellos.

Aunque sólo fuera por mera coherencia. Porque las dos personas con las que más ha pactado y sigue pactando son las que nos llevaron a la mayor crisis institucional desde que Tejero entró en el Congreso, o sea Junqueras y Puigdemont. Y gracias a Sánchez, ahí siguen ahora los dos, imponiéndonos su voluntad respecto a la financiación y a la acogida de extranjeros. Puigdemont lo hace además desde el extranjero y eludiendo la acción de la justicia. Pero eso para Sánchez debe ser el mejor ejemplo de coherencia política.

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2 Comentarios

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usuario anonimo hace 8 horas
Lo que tiene en altura física este personaje, es igual a la falta de escrúpulos que tienen los socialistas. este tipejo aplaudió de pie a Ábalos en el Congreso. Imagino que verá bien que le paguemos los polvos a su secretario de organización, ministro, número dos de Pedro el cohete. Son ustedes unos desvergonzados. les deberían abuchear cada vez que pisen las calles.
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usuario anonimo hace 11 horas
Acertadísimo artículo. Tiene razón en España quien manda es Puigdemont
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