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La guerra de Gila

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La guerra de Gila
El portavoz del PSOE, Patxi López interviene en el debate de la toma en consideración de la proposición de ley de amnistía. (Foto: EFE)
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

Qué mejor en estos tiempos en los que retumban los tambores de guerra que contar una batallita. Cuando estalló la I Guerra Mundial, en Estados Unidos, que al principio era neutral porque al fin al cabo aquello era una guerra europea, se promulgó una Ley de Defensa Nacional que autorizaba al Departamento de Agricultura a incentivar la producción de nitratos, que servían tanto como fertilizantes para la agricultura como para fabricar municiones y explosivos. Al parecer fue el secretario de Estado William Jennings Bryan el primero en acuñar la frase "cañones o mantequilla" para referirse a esa ley que acabó siendo bautizada así por la prensa.

Patxi López, que es un pacifista belicoso, nos lo ha recordado esta semana. Pero asegura que en esta ocasión "no se trata de cañones o mantequilla, se trata de seguridad y de políticas sociales". Hay quien piensa, ignoro por qué motivo, que lo único que busca Sánchez es mantenerse para siempre en la Moncloa y convertir su presidencia en vitalicia, pero menos mal que Patxi nos ha explicado que no es así. "Lo que busca el presidente del Gobierno es hacer compatible esas necesarias inversiones en seguridad con la seguridad económica y la seguridad social a la que no renunciamos de ninguna manera". Bueno los funcionarios sí renuncian a la Seguridad Social a cambio de Muface, aunque igual Patxi no se refería exactamente a eso.

El caso es que, para conseguir este noble propósito de poder llamar inversión en seguridad al gasto militar en defensa sin perder el apoyo de sus socios, Sánchez se ha embarcado en una gira europea con primera parada en Finlandia. Allí se deshizo en elogios al primer ministro, su casi tocayo Petteri Orpo, que gobierna en coalición con la extrema derecha. Vamos lo que se dice esa "derecha moderada europea" que tanto añora Sánchez en España. A ver, que la extrema derecha finlandesa, es verdad, no es como Vox. Porque lo que dice es que la llegada de extranjeros a su país amenaza su identidad y su cultura. Y en eso parece coincidir con el Gobierno español, ese que Sánchez ejerce a medias con Puigdemont.

Petteri y Pedro se cayeron tan bien que el finlandés le prometió incluso invitarle a una sauna, seguramente para que Sánchez se sienta cómodo y en un ambiente que le resulte familiar. Parece que es el principio de una gran amistad y que ambos coincidieron en lo que Europa necesita para aumentar su seguridad. Porque lo de "cuanto más aislada esté la ultraderecha, más segura está Europa" no lo repitió Sánchez en Finlandia. Eso se lo guarda para sus mítines en España y seguramente sí se lo habrá dicho a Feijóo en la ronda de audiencias en Moncloa. Pero en Finlandia lo que dijo es que el Gobierno español subirá su gasto en defensa, pero que el cómo, el cuánto y el cuándo no se lo pensaba contar a los periodistas de la tierra de Papá Noel.

Esas explicaciones dice que las dará cuando esté en España. Lo gracioso es que Sánchez viene de vez en cuando por aquí, incluso ahora que está liado tratando de camelarse a otros presidentes europeos, sean del partido que sean, para ver si consigue que lo del gasto militar, perdón la inversión en seguridad, la paguen otros y no haya que devolverla. Pero tampoco encuentra tiempo para explicárnoslo a los españoles. Paciencia, que si ha dicho que lo hará pronto no hay por qué dudarlo.

Lo de las audiencias de esta semana en Moncloa no deja de ser también bastante divertido. Primero, antes de irse al país de los mil lagos, Sánchez se reunió en cónclave con Yolanda, algo así como una cumbre mundial de la paz, pero en versión de andar por casa. A esto sí le dedicó Sánchez más de media hora, creo que fueron dos, más o menos. No sabemos qué se contaron, pero supongo que consistió básicamente en explicarle a Yolanda que lo de aumentar la "inversión en seguridad" son lentejas.

Y en hacer que la vicepresidenta entienda que gastar un pastizal en tanques no impide comprar mantequilla. Vamos que hay dinero para todo. Así que, Yolanda, ¿cuál es el problema? Si ya te ha dicho Pedro que se puede doblar el gasto en Defensa sin tocar un euro de gasto social, ni aumentar el déficit, ni encarecer la deuda... Vamos que es un chollo, como lo de la condonación de la deuda autonómica. Todo el mundo sale ganando, así que ¿a qué viene tanta duda si ni siquiera hacen falta presupuestos?

La que no parece tenerlo tan claro es Ione Belarra que, mientras Sánchez estaba en Finlandia, le decía a María Jesús de Hacienda que "nadie les votó para doblar el gasto en defensa. Si siguen así, serán ustedes los únicos responsables de que haya un gobierno de ultraderecha en España". Que suena a amenaza, pero claro en boca de Podemos resulta un poco como eso de que "de los seis cañones que mandaron ayer vienen dos sin agujero. Estamos disparando con las balas por fuera".

Belarra y Rufián son muy cómicos y ocurrentes y lo que dicen es que en España hay una "amplia mayoría que rechaza el gasto militar". Son más de chistes y de cuentos que de hacer cuentas, porque si las hicieran verían que, en realidad, sólo entre el PP y el PSOE, ambos favorables a aumentar ese gasto, suman 270 diputados. Eso sí que es una "amplia mayoría" y no los veinticinco que juntan Podemos, ERC, Bildu y toda esa patulea, en el buen sentido de la palabra. Serían una amplia minoría aunque añadiésemos a Sumar, si es que todavía existe y si supiésemos qué es lo que votaría si Sánchez sometiese su plan a ese poder legislativo con el que no cuenta para gobernar.

Así que después de la reunión con Yolanda, Sánchez, tan aficionado a los realities televisivos, ha dedicado el jueves a escenificar un remedo de ese programa para buscar pareja llamado 'Next', en el que los sucesivos candidatos iban entrando en un autobús para charlar con el concursante hasta que este se hartaba y pedía que subiera el siguiente. No dejo de sonreírme imaginando la escena en la que Feijóo se cruza en el pasillo con Rufián. Sale el de Orense, con el que Sánchez coincide en todo respecto a Ucrania y el gasto militar, pero que ha sido despachado con una mueca de asco. Y entra el de Santa Coloma, que trata de juntar un frente de izquierdas para truncar las aspiraciones del presidente, pero este le recibe con un caluroso abrazo.

Ni el mayor experto en asuntos bélicos del que hemos gozado en este país se hubiese podido imaginar semejantes cuotas de surrealismo. ¿Es la guerra?, que se ponga.

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