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La confusión

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La confusión
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.
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Deprisa, deprisa, como en la película de Saura, aquella del Meca y el Sebas. Todo ocurre tan deprisa en la política española que a veces no da tiempo ni a enterrar los cadáveres que van quedando en el camino. Ya nadie se acuerda de esa "fachosfera" que tanto nos asustaba y nadie menciona ya la máquina del fango, que se ha debido gripar sin haber superado el periodo de garantía. ¿Y que fue de esos cientos de actos, miles, que nos prometía Sánchez para celebrar la muerte de Franco?

Pues tanto fasto parece haber quedado reducido a una trascendental discusión sobre si la sede del Gobierno regional de Madrid, ese edificio del siglo XVIII, el más antiguo de la Puerta del Sol, coronado por el reloj con el que los españoles se comen las uvas, debe ser recordado como cárcel franquista o como sede del Ministerio de la Gobernación en la Segunda República, desde la que se organizaban las checas y las quemas de iglesias y conventos.

Todo pasa tan deprisa que reina la confusión. Y lo que hace un mes era imposible e inconstitucional es ahora una encomiable apuesta por el estado autonómico y los derechos de los inmigrantes, siempre que hablen catalán. Porque como dice Nogueras, "si tienes ganas de construir una vida en un país que no es el tuyo, no hay integración plena si no conoces la lengua". Aunque ella ha requerido a Sánchez un pinganillo para poder comunicarse en Madrid con los nativos. Espero que esto de exigir el catalán a los inmigrantes sea algo flexible y que admita algún matiz, no vaya a ser que expulsen de Barcelona a Hansi Flick, ahora que los culés marcan en el Bernabéu tantos goles como dedos tiene una mano.

Sobre esto de la catalanidad hay interesantes discusiones. Porque ¿qué es ser catalán? Pues según Gabriel Rufián, que al parecer es ahora admirador de Pujol, ese facha evasor fiscal, un novio de Ayuso en potencia, "catalán es el que vive y trabaja en Cataluña". Claro que, si esto es así, ni Puigdemont, ni Marta Rovira, ni el propio Rufián serían catalanes. En rigor no sería catalán ningún político ni política independentista. Porque vivir, sí viven allí, pero lo de que trabajen es como mínimo muy discutible. De todas formas, Rufián no debe haber caído en esta confusión, porque anda muy ocupado tratando de conseguir la dimisión de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y le amenaza ahora con llevarle ante los tribunales, esos que según él mismo nos cuenta, se dedican al "lawfare"

Pero todo esto importa poco. Lo importante, o tal vez es mejor decir lo urgente y lo necesario, era pactar con Junts en Suiza esa "delegación" de competencias en fronteras y en inmigración, que hace unos meses, según el desaparecido Marlaska, era inconstitucional. Claro que ahora nos explican que no hay que preocuparse, porque Junts nunca va a gobernar ni ejercer esas competencias. Así que se pacta una cosa con quien se espera que nunca vaya a hacer esa cosa. Digo yo que, si tan justo, tan autonomista, tan social y tan necesario era entregar estas competencias a la Generalitat, debería dar igual quién sea el molt honorable president. Pero resulta que no. Según el Gobierno y sus socios, mejor que no las ejerzan esos con quienes las han pactado, aunque el argumento resulte un tanto confuso.

Esto debe ser esa "normalización" de Cataluña de la que presume Sánchez. No sé si lo de recordar lo que pasó en 2017 está ya prohibido por ley, pero me voy a arriesgar. Si el intento de independizar Cataluña llegó tan lejos fue en buena medida porque el Estado había desaparecido de allí. Tanto que tuvo que volver en un barco pintado con dibujos de Piolín, el gato Silvestre y el demonio de Tasmania.

Pero si se pudo impedir fue gracias a una Hacienda que intervino las cuentas de la Generalitat, unas fuerzas de seguridad que impidieron el asalto violento de las instituciones, puertos, aeropuertos e infraestructuras críticas, y unos jueces que aplicaron la ley. Por el camino que vamos, antes de 2027 Cataluña tendrá una Hacienda y un Poder Judicial propios y la Policía y la Guardia Civil ya no estarán por allí, porque siete escaños dan para eso y mucho más, como estamos comprobando.

Pero bueno, hay que confiar en Sánchez y en sus ministros. Con ellos al mando nada puede salir mal. Quién no confía por ejemplo en esa vicepresidenta dicharachera que ponía la mano en el fuego por su jefe de gabinete. Si además nos aseguró que "nunca jamás hizo nada parecido, relacionado o que tenga algún tipo de coincidencia con lo que el señor Aldama dijo en su declaración. Nunca jamás. Me parece una barbaridad que se le haya mencionado en una causa como esta". Bueno, pues ahora resulta que sí, que Carlos Moreno ha reconocido que se reunió con Aldama, que habló con él y que no sólo hizo gestiones para aplazar la deuda de una empresa, sino que esa deuda efectivamente se aplazó.

Moreno ha explicado que incluso habló con ese "delincuente", "me parece una ignominia que un delincuente mencione a esta persona", decía la ministra, sobre el aeropuerto de Ciudad Real, la venta de un edificio del Ministerio de Hacienda en la calle María de Molina y de la devolución del IVA a los turistas no comunitarios. Hasta de la compra de su vivienda hablaba con Aldama. Vamos que o quita pronto la mano del fuego o María Jesús concurrirá manca a las elecciones andaluzas. Aunque igual ya es un poco tarde.

También parece que un poco tarde reaccionó Sánchez, nuestro paladín contra la corrupción, ante las correrías de su mano derecha en el Gobierno y en el partido, que colocaba a Jessica, a Miss Asturias y quién sabe si a alguna más, en esas empresas públicas que tan diligentemente auditó Óscar Puente, para concluir que no hubo ninguna irregularidad en los contratos de trabajo. Al fin y al cabo, sabían leer y escribir. El Partido Socialista lleva años tratando de "abolir" la prostitución, pero creo yo que deberían empezar por exigir que sean los clientes los que paguen y no que los vicios de sus líderes corran a cuenta de los impuestos de los españoles, que al fin y al cabo esto no es la quita de la deuda a Cataluña. Decía Harry Truman que "si no les puedes convencer, confúndelos". Y en eso están.

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