La primavera
Mientras la mayoría de los españoles andan desojando la margarita para saber si la Renta de este año les sale que sí o que no, un no que será que le devuelven lo que ya ha pagado de más, otros se dedican a hacer listas de insultos. Y parece que la segunda de estas tareas es más gratificante que la primera. No es extraño, porque resulta que la presión fiscal en España no ha parado de subir desde 1995 hasta hoy, y el 60% de esa subida se ha producido desde que Pedro Sánchez nos preside. Es decir, que este Gobierno ha subido más los impuestos que todos los anteriores juntos, desde Felipe González, y además ha creado un impuesto nuevo o aumentado uno ya existente 69 veces, uno cada mes si hacemos la media.
Tampoco ha querido deflactar el IRPF con la inflación, es decir que al subir los precios y en menor medida los sueldos, Hacienda nos considera más ricos. Y por eso nos quita más parte de lo que nos pagan, 1.315 euros más por hogar solo entre 2022 y 2023. Se escuda el Gobierno en que la presión fiscal en España es menor que en Europa, donde por cierto entre 2018 y 2022 ha crecido un 0,1% y aquí un 3%, o sea 30 veces más.
La trampa es que en Europa el nivel de renta es mayor y no es lo mismo pagar un 40% de tu sueldo si ganas 25.00 euros que si ganas 70.000. Eso se llama esfuerzo fiscal y es en lo que nos deberíamos fijar. Y lo que ocurre es que desde que Sánchez nos gobierna pagamos más impuestos como si fuésemos más ricos, pero los salarios reales han caído en casi 4 puntos. Somos líderes en Europa, pero de eso no presume el Gobierno.
Así que mejor no pensarlo mucho, pagar lo que nos exige Hacienda como buenos ciudadanos y alegrarnos de que con todo este pastizal extra que nos recauda Montero tenemos mejores carreteras, nos atienden con mucha mayor diligencia en todas las administraciones, nuestros hijos gozan de mejores colegios públicos, disfrutamos de una mejor sanidad pública y nuestros médicos y personal sanitario cada vez están mejor pagados. Por no hablar de los ilimitados medios con los que cuentan nuestras fuerzas de seguridad para luchar contra el crimen o de la rapidez y eficacia de nuestro sistema de justicia.
Seguramente si los que se dedican en el Ministerio de Transportes a elaborar listas en vez de a mejorar el funcionamiento de los trenes hubiesen tenido el privilegio de estudiar en el magnífico sistema educativo que el Gobierno nos ha regalado con nuestros impuestos desde que se aprobó la LOMLOE, su comprensión lectora sería mucho mejor. Y sabrían distinguir los insultos de adjetivos como "agresivo", "faltón", "maleducado", "arrogante" y "bruto", o de expresiones como "provocador preelectoral nato". Pero qué le vamos a hacer, más vale tarde que nunca, y sin duda todo irá mejorando en el futuro.
Y mientras unos se entretienen con lo que insultan algunos periodistas, algunos periodistas van publicando el epistolario de Begoña, esas cartas de recomendación para ayudar a empresas a conseguir contratos públicos, un "disparate cósmico" al que toda mujer de un presidente del Gobierno que se precie debería dedicar sus esfuerzos. Entre esto, lo de Koldo y lo del novio de Ayuso, vamos a pasar una primavera florida y hermosa, entre comisión de investigación y comisión de investigación, en las que no se investiga nada, pero abonan el campo para que broten como capullos esos insultos de los que tanto se quejan algunos, puño de hierro y mandíbula de cristal, gallito y gallina, que dice Risto Mejide.
Todo esto no debería distraernos de lo verdaderamente importante para nuestro país. No tendría que impedirnos disfrutar de esta etapa histórica que se ha abierto en España, esta primavera de diálogo y reconciliación de los que estamos tan necesitados que hasta el propio presidente de Cataluña, Aragonés i Garcia, se ha dado cuenta. Y ha venido a decirle a Sánchez que, si quería convivencia y reencuentro, pues toma dos tazas. Y de paso, a ver si de una vez acordamos lo del referéndum para que Cataluña sea independiente.
Sánchez, que andaba de viaje por las satrapías de Oriente y, entre genuflexión al emir y alabanzas al avance de los derechos de las mujeres en Catar, se ha olvidado durante dos días enteros de pedir la dimisión de Ayuso, nos ha explicado que "no sé por qué es una noticia lo que pide ERC, si estamos en campaña electoral". Y quién mejor que él para saber el auténtico valor que tienen las cosas que se dicen en una campaña electoral.
Pero sucede que, pese al nulo valor que Sánchez concede a cualquier promesa electoral o a cualquier propuesta realizada durante una campaña, lo del referéndum que pide Aragonés ya estaba firmado por el PSOE en su acuerdo de investidura con Junts, ese que negoció Cerdán con Puigdemont, en el que se puede leer el siguiente párrafo: "Junts propondrá la celebración de un referéndum de autodeterminación sobre el futuro político de Catalunya amparado en el artículo 92 de la Constitución". A lo que Puigdemont añadió recientemente que "si no lo conseguimos por las buenas lo haremos por las malas".
Naturalmente, todos los portavoces del PSOE se han apresurado, por si lo de Sánchez no fuese suficientemente convincente, a explicarnos que el referéndum no cabe en la Constitución. No sé si les suena de algo. Cabría recordar la literalidad del artículo 92 en el que Aragonés quiere arroparse para preguntar eso de "¿Quiere que Catalunya sea un Estado independiente?" y que los catalanes, y sólo ellos, respondan sí o no: "Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos. El referéndum será convocado por el Rey, mediante propuesta del presidente del Gobierno, previamente autorizada por el Congreso de los Diputados".
Parece muy claro, pero pese a que dice "todos los ciudadanos", y que es evidente que se refiere a todos los ciudadanos, pudiera ser que empiecen a brotar, como las flores en esta primavera, juristas expertos empeñados en debatir el verdadero significado de "todos los ciudadanos". Y me apuesto una declaración de la renta a que seguramente serán los mismos que desde el 23 de julio descubrieron que la amnistía podía encajar de forma "impecable" en nuestra Constitución, si los votos de Junts son necesarios.
Y con esto, de "todos los ciudadanos", que si no dice también "las ciudadanas", que si en el fondo no son todos, todos, sino algunos o algunas, y que habrá que ver quiénes son todos, pues nos irán distrayendo de lo fundamental, como ya ocurrió con la ley de amnistía. Y lo fundamental no es ese artículo 92 o lo que diga de los referéndums, sino el artículo 2, que dice que "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles".
Puede parecer un muro insalvable, pero de muros, como de promesas electorales, Sánchez también sabe un rato. Y no sería descartable imaginar una "consulta no vinculante" por ejemplo sobre si "¿está de acuerdo en que los catalanes tienen derecho a decidir su futuro?". Una pregunta a la que todo el progresismo afirmará que sólo cabe responder que sí y que permitirá de nuevo dejar del otro lado del muro al PP y a Vox, juntos en contra de los derechos de los catalanes. Podría incluso contar con la aprobación de Conde Pumpido. Tiempo al tiempo. Disfruten de la primavera y lean el texto del pacto entre PSOE y Junts. Quizá encuentren alguna previsión meteorológica para el otoño postelectoral.