¿Pagará el pato Almeida?
La opinión de Diego Jalón, como cada viernes, en TRIBUNA
Aunque durante la campaña gallega Sánchez explicaba que "en general, durante los periodos de más intensidad, y la campaña sin duda lo es, trato de hacer comidas ligeras para evitar digestiones pesadas" le está costando digerir los resultados. Es un plato que como dice Page se elaboró con producto regional, pero la receta del guiso era nacional y a lo mejor los residuos plásticos de los pellets presentes en la comida tienen la culpa. Porque la que no tiene la culpa es la amnistía, a la que tanto Sánchez como el monologuista contratado para amenizar las funciones en las ciudades y los pueblos gallegos, Rodríguez Zapatero, convirtieron en principal condimento de sus chistes a cuenta de "las negociaciones de Feijóo". Pero esto no influyó en el resultado, que sólo puede tener una lectura regional. Como en Las Vegas, lo que pasa en Galicia se queda en Galicia. Y para demostrar esta afirmación, explican que los votos del PSOE pasaron al BNG, que también la apoya.
O sea que, si Sánchez cede a los chantajes de los independentistas, les garantiza la impunidad de todos sus delitos y los votantes socialistas abandonan en masa al partido para pasarse al BNG, eso quiere decir que evidentemente la decisión de Sánchez sobre la amnistía es el camino más acertado para el PSOE. Dice el BOE, perdón El País, en qué estaría yo pensando, que donde sí puso Sánchez el acento en la reunión de la Ejecutiva Federal celebrada el día después, "en una intervención sosegada y tranquila, en la que se le vio afectado por un golpe mucho más duro del esperado", fue en la necesidad de "consolidar liderazgos fuertes" en las comunidades autónomas "que incluso trasciendan la marca" del partido. Según el secretario general del PSOE, su partido cuenta con muy buenos cuadros a nivel municipal, pero no en el ámbito autonómico.
Pues no parece la mejor forma de hacer la digestión. Una digestión que tampoco hizo tras el 28 de mayo, cuando el PSOE perdió todo su poder territorial salvo en Castilla-La Mancha. Entonces se evitó ese trance intestinal con la convocatoria de elecciones generales. Pero el resultado había sido muy similar al de las elecciones gallegas. Y no sería porque no hubiese entonces liderazgos autonómicos fuertes y consolidados. Allí estaban Ximo Puig en Valencia, Javier Lambán en Aragón, Guillermo Fernández Vara en Extremadura o Francina Armengol en Baleares. ¿Aquello fue también un resultado con lectura regional, ajeno a las políticas del líder nacional y provocado por liderazgos no consolidados?
Dice Page, que puede ser cualquier cosa, pero sin duda parece un líder autonómico fuerte, de esos que Sánchez echa ahora de menos, que "si el PP llega a perder, las consecuencias eran nacionales, el principio de la decadencia. Si pasa lo contrario, las consecuencias o al menos una parte de la reflexión tendrá que ser coherentemente también nacional". Claro que a estas alturas pedir coherencia al PSOE es como pedirle tacto a Eduardo Manostijeras.
A la reflexión que reclama Page, responde Montero, ministra de Hacienda y chascarrillos, que "uno tiene que saber cuando su equipo juega cuál es la camiseta que lleva". Una verdad como un templo. Y una recomendación que debería tener en cuenta el Partido Socialista, para no confundir la suya con la del BNG. Replica Page, muy disgustado con la "política frentista" y de "bloques fratricidas" que Sánchez, el constructor de muros más famoso desde Brandon Stark, ha recetado a los españoles, que "la camiseta del PSOE no es una camisa de fuerza, es una camisa de libertad, donde se pueden decir las cosas con el ánimo de mejorar". De esto yo, a estas alturas, no estoy tan seguro. Dudo mucho que la del PSOE sea una camisa de libertad. Dudo mucho que la más adecuada para los que rodean, aplauden y jalean a Sánchez no sea la de fuerza. E incluso dudo que todavía exista algo a lo que se pueda llamar Partido Socialista Obrero Español sin provocar sonrojos y vergüenza ajena.
Como sonrojos y vergüenza ajena produce contemplar las reacciones de los otros. Como la de Yolanda Díaz, que al comprobar que no la votan ni en su pueblo de nacimiento, ni en la ciudad en la que se crio y comenzó su fulgurante carrera política, deduce que "la lectura es clara, más que nunca se necesita Sumar". Así sale luego el informe PISA en España, tanto en matemáticas como en comprensión lectora.
Tampoco están muy fuertes en estas materias los de Abascal, que culpan a "las políticas de izquierdas del PP" de su insignificancia. Si alguna conclusión se puede sacar de lo de Galicia, además de esa lectura nacional que pide Page y el PSOE rechaza, es que allí donde el verdadero aliado de Sánchez es irrelevante, el PSOE se hunde y el PP consigue la mayoría absoluta. Pasó en Madrid, en Andalucía y también en Galicia. Porque los verdaderos aliados de Sánchez no son ni ERC, ni Bildu, ni el PNV, ni Junts. Esos son meros extorsionadores. Tampoco lo es Sumar, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo. Su verdadero aliado es Vox. Los que prometían acabar con el autonomismo y ahora andan afanándose en conseguir consejerías para convertirlas en altavoz de sus astracanadas, proporcionan a Sánchez la única coartada que le queda para pedir a los españoles que le voten. El miedo a Vox es la gran baza de Sánchez y, como le han dicho los gallegos, si Abascal quisiera de verdad acabar con el sanchismo lo que debería hacer es irse a su casa, en vez de a Washington a abrazar a Trump.
Y por si la digestión de lo de Galicia no fuese lo suficientemente pesada para Sánchez, cuando andaba el hombre acudiendo solícito a la llamada de Mohamed, que el otro día tenía un rato libre entre vacación y vacación para conceder al fin audiencia a su pagafantas, va la fiscalía anticorrupción y le amarga el viaje de pleitesía con lo de Koldo y Ábalos, monta tanto. El presidente deshaciéndose en elogios con Marruecos, que no puede colaborar más ni hacerlo mejor, "ningún reproche", ni en lo de la inmigración, ni en lo del narco, cuando va el ex portero del puti club y llama a su puerta.
Gran reacción del presidente que, aplicando las recomendaciones de Sun Tzu, se defiende pasando al ataque: "Maledicencias. Me llama la atención que sean tan celosos cuando quiero recordar que el señor Feijóo se aupó a la presidencia del Partido Popular después de una denuncia del anterior líder del Partido Popular sobre un caso de corrupción de la presidenta de la Comunidad de Madrid, de su hermano, en concreto, que no ha sido sin duda alguna investigado". Y claro, vuelve Ayuso a recordarnos su pasión irrefrenable por la fruta.
Porque, "sin duda alguna", investigado sí que fue. Otra cosa es que fue archivado por la fiscalía española y por la europea. Es raro que el presidente no lo sepa, pero claro anda el hombre con tantos líos... Tiempo habrá para ver en qué acaba todo esto de Koldo y de su hombre de confianza en el Ministerio de Fomento, el amigo Ábalos. Hay que esperar a lo que decidan los jueces. Porque lo que va a ser inútil es esperar a que Sánchez nos explique por qué fulminó al que fuera su ministro más poderoso y secretario de Organización del PSOE. Como tampoco nos ha explicado lo de su súbita devoción por Mohamed y por Marruecos, país al que regala esas lanchas que Marlaska niega a nuestra Guardia Civil. Y no sería extraño que al final el que acabe pagando el pato sea Almeida, el alcalde de Madrid. Sin duda alguna es el que lo ha matado.