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Clásico

Reflexiones de café

Por Javier Calles-Hourclé

Un bigote pegado a una sonrisa


Es viernes y leo un tuit que me llama la atención: "La revista ¡Hola! pide que retiren de los kioscos una portada de Mongolia que la parodiaba". Sigo el enlace que me lleva a la portada de marras en la que se ve a la infanta Cristina con look presidiario, y desde entonces me hago seguidor de Mongolia, Pere Rusiñol y mis paisanos Rapa Carballo y Darío Adanti. Mi reconocimiento a la labor de ¡Hola!, como community managers de Mongolia.

Nunca fui consumidor de revistas satíricas. Tampoco, con independencia de quién o qué sea el objeto de la sátira, me han generado un sentimiento de enojo u ofensa. Y reconozco que sus portadas son las que mayoritariamente se han apoderado de mi mirada y de una sonrisa cómplice, acompañada de algún pensamiento del tipo: que manga de locos, al pasar por un kiosco. Es probable que una dosis precisa de locura sea condición sine qua non para ser humorista satírico; pero estos locos no comen vidrio. Darío es la extensión de una tradición de más de dos mil quinientos años de comedia satírica. Una de las invenciones humanas más brillantes y necesarias de nuestra sociedad. Un pararrayos vital, decía Alfredo Bryce, que se remonta al genial Aristófanes, autor de la inextinguible Lisístrata, que aún en nuestros días, sigue representándose con éxito y eficacia. La comedia, explica Darío, "nace con la democracia" y desde entonces, "tiene la función de combatir el fanatismo... Porque los humanos tenemos la tendencia a creer que nuestras ideas son 'lo más' y que las de los otros son una tontería. Lo que hace la sátira, es mostrar que todas las ideas son patéticas y graciosas, porque en el fondo son un producto humano, y los humanos somos unos monos un poquito sofisticados".

Darío comienza su andar por el sendero del humor en las grandes revistas y periódicos de la Argentina menemista de los noventa: El porteño, Humor, Sexumor, Sátira 12 y El lápiz japonés. Quiere más, y cruza el charco. Se instala en España y se hace un lugar en la prensa local publicando en El jueves y El país de las tentaciones; crea las animaciones Vacaláctica y Elvis Christ para MTV Latino, y hace Space Ghost Coast to Coast para Cartoon Network. Todo pinta bastante bien, hasta que la crisis financiera del 2008, su derivada crisis del papel prensa, más la llegada de los periódicos digitales gratuitos, lo dejaron "con 40 tacos y sin trabajo". Y ¿cómo responde a una crisis de la prensa gráfica en papel, un humorista satírico? Creando una revista satírica en papel —elemental—. Así nace Mongolia.

Mongolia es fruto del talento hispanoargentino de sus miembros fundadores y el de un gran equipo que ha crecido con el tiempo. Sus portadas, siempre provocadoras, nunca pasan desapercibidas y hacen reír o encabronar a los españoles. En sus doce años de vida ha sabido reconvertirse en obra teatral, microinformativo televisivo, revista digital y en una serie de libros que incluyen al Mataburros de Mongolia y La biblia negra de Mongolia, entre otros productos, de los que se ha valido para sortear el retroceso del formato en papel.

Pero la obsolescencia del papel no es el único enemigo de Mongolia. Dedicarse al oficio de humorista satírico es un «trabajo de riesgo» en el que se recibe por izquierda y por derecha. Esta última, en su experiencia, es la que ataca con mayor violencia y agresividad; llegando a recibir amenazas de muerte, intentos de agresiones físicas, necesitar custodia policial y presencia de agentes infiltrados en los teatros para proteger a los espectadores y a ellos mismos. La revista acumula varias denuncias, "con el objetivo de debilitarlos económicamente", de "grupos ultrareligiosos, de ultraderecha y uno carlista"; y una en forma particular al periodista y miembro fundador, Pere Rusiño, por parte del empresario Jaume Roures, al que habría calificado de "estafador", resuelta a favor del periodista.

El humor es una cosa seria; "...es como ese pajarito que los antiguos mineros llevaban a la mina y que les servía como alarma; si el pajarito moría, los niveles de oxígeno habían bajado y debían abandonar la mina... El humor es ese pajarito, es el primero en morir por la censura", escribe Darío en su ensayo, Disparen al humorista. Y en este sentido, han hecho una presentación al Tribunal de DD. HH. de las Naciones Unidas, que ya ha sido admitida a trámite, por la condena recibida por vulnerar el honor de Ortega Cano, quien fuera culpable de los delitos de homicidio imprudente y conducción temeraria en el accidente de tráfico mortal ocurrido el 28 de mayo de 2011. Destaca que sólo el 25% de las presentaciones por libertad de expresión son admitidas a trámite; y que, en caso de recibir una sentencia favorable, sería vinculante para España, sentaría un precedente en cuanto a este tipo de denuncias y el Estado español debería devolverles el dinero gastado.

En la política se reconoce demócrata y de izquierdas, pero principalmente demócrata. Y no le da comezón criticar a la izquierda por ser "siempre muy onanista" —Darío eligió otra palabra—. Y se pregunta: si la izquierda "identitaria de niños pijos" se ha convertido en la nueva moral "que censura libros, impone que ciertas cosas no se pueden decir y que ciertas cosas no se pueden publicar, ¿para qué queremos a la izquierda? Esa es la función de la derecha". Todavía con familia en la Argentina, sigue la actualidad del país y le parece «de vértigo" el fenómeno Milei, a quién le tocó portada en enero; porque le preocupan el tipo de gobiernos "en los que se pierden derechos sociales y libertades que son fundamentales en la democracia", y la conjunción de gobiernos de extrema derecha en Europa y un posible regreso de Trump.

El trabajo de este humorista no termina en la viñeta o en el gag. Verborrágico —incluso para la media argentina— e inquieto, se interesa por la historia en general, la de España y la Argentina en particular, la filosofía y el medio ambiente. Interés que se ha transformado en minuciosos ensayos gráficos como La ballena tatuada, El meteorito somos nosotros, Disparen al humorista y su próximo libro, en la recta final de edición, El peronismo explicado a los españoles. Un ensayo en el que se adentra en el movimiento de masas argentino, que tanto le fascina, y sobre el cual explora cada uno de los estratos e ideologías del dispar universo que lo componen. Y al que se anima a definir, en estos días, como "un fenómeno identitario" y "una marca de acceso al poder".

Los 'rotus' de Darío dibujan las complejidades de la historia, la política y el humor, y advierten de los peligros que amenazan a la libertad de expresión en el mundo y en esta España; de la que opina "como un ciudadano español que paga sus impuestos y que quiere participar en la vida política, pública y democrática, criticando las cosas que me parecen mal... Pero hay grupos que te ven como un puto sudaca que viene a reírse del rey y de la bandera".  

El humorista asume y enfrenta estos temas con naturalidad, con filosofía y con mucho humor. Con su bigote, siempre, pegado a una sonrisa.