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Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

El caso Begoña Gómez


"Quien siembra vientos, recoge tempestades", recoge el rico refranero español. La polarización política del momento resulta insoportable para la gente corriente, que aguanta el espectáculo con enormes dosis de indiferencia y momentos de sonrisas y carcajadas. Resulta patético e irracional comprobar cómo el mismo hecho se valora de manera radicalmente distinta "si afecta a los míos o a los otros?".

La esposa del presidente del Gobierno se ha convertido en motivo de conversación en bares, parques, gimnasios, reuniones familiares y hasta en los espacios laborales. Las acusaciones, entre ellas la de tráfico de influencias, no son menores, el famoso máster que imparte en la Universidad Complutense se está convirtiendo en el clásico serial televisivo de campaña electoral. Y comenta el tema casi todo el mundo. Menos ella.

Begoña Gómez no ha abierto la boca, al parecer aconsejada por los cerebros e ideologos de La Moncloa, que de marketing político saben un montón. O eso creen ellos. El proceso judicial está en marcha, el mediático también y el ciudadano no iba a ser menos. Mientras unos la han condenado ya al fuego eterno, otros defienden que aquí no hay nada que rascar, que todo este caso obedece al enfrentamiento electoral, al susodicho fango.

El juez Juan Carlos Peinado es ahora conocido porque no se ha amedrentado ante la presión gubernamental. Ha llamado a declarar como imputada el próximo 5 de julio ni más ni menos que a la señora del presidente Sánchez, que además de indignación, juramentos en arameo y acordarse de alguna que otra familia, expresa su argumentario de campaña a modo epistolar en la antigua Twitter, ahora X, tal y como suele hacer, por ejemplo, Donald Trump; en vez de hablar en el Parlamento o someterse a preguntas en una rueda de prensa, que sería más aseado. Es populismo en estado puro.

Capítulo aparte merece la posición de la Universidad Complutense de Madrid, que es quien ha sustentado el polémico máster de Begoña Gómez y amparado la colaboración de las empresas privadas, que posteriormente se han beneficiado de prebendas por parte del Gobierno. El rector Joaquín Goyache, en un alarde de transparencia, ha venido a decir que le importa un bledo todo este asunto. Gran ejemplo de catedrático militante. La Comunidad de Madrid, que financia la universidad más grande de España, ha anunciado investigación al respecto. Este asunto es una clara muestra de la indolencia que se permite a la actual universidad pública española con la disculpa de la supuesta autonomía.

Soy de los que pienso que este procedimiento judicial no acabará en nada. No sé si en primera instancia o en los recursos posteriores, si los hubiera, pero creo que aquí no habrá condena alguna para Begoña Gómez. Tampoco tengo conocimientos legales suficientes como para analizar y opinar sobre los presuntos delitos de corrupción, apropiación indebida o de tráfico de influencias de los que es acusada.

Lo que sí tengo claro es que la esposa del presidente tiene que ser como la mujer del César... No es ético que ella llame a la puerta de grandes empresas, caso de Indra, Google o Telefónica, para financiar un software que finalmente pone a nombre de su propia empresa. De no ser la mujer del presidente del Gobierno, y de ser sencillamente la ciudadana Begoña Gómez ¿la habrían recibido al más alto nivel? Hubiera percibido los 65.000 euros que costó el programa informático. Prueben ustedes a llamar a las puertas de las citadas empresas para solicitar un favor similar.

Al presidente Sánchez le crecen los enanos, los mismos que él alienta con sus contrarios políticos.