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Clásico

Canto de sirena


Decía Marcel Proust que el recuerdo de las cosas no necesariamente es el recuerdo fiel de la manera en que sucedieron.

Hablándolo con una amiga que estaba pasando por un momento en que su expareja ni la quería ni la dejaba ir, los dos coincidíamos en lo mismo: la idealización del pasado no es más que una manera de pensar que hasta la más amarga situación nos sirvió para algo. Hoy me saldré de la línea habitual que sigo con los post para hablar sobre un tema en el que me quiero atrever a meterme.

Empezaré diciendo que cuando el fantasma del pasado llama a la puerta pidiendo otra oportunidad no solo debemos centrarnos en el futuro, también hay que tener claro el por qué se cerró aquella puerta en el pasado.

En psicología se suele decir que obligar a alguien a recordar momentos en los que sufrió mucho es una de las experiencias más nauseabundas a las que se le puede someter. Estoy de acuerdo en según qué casos y también si la persona no está preparada, pero también estoy de acuerdo con quienes apoyan la teoría de que hay cosas que es mejor no olvidar para no volver a caer en ellas. Este re-timing o recuerdo de un momento concreto es bueno por dos razones, la primera porque la persona no olvidará nunca lo que fue capaz de superar pudiendo así contar su historia y ayudar a otros a superar lo mismo, y lo segundo porque le pone en una posición de no volver a tolerar que lo que le sucedió se vuelva a repetir.

Aquí viene un problema muy grave con el que no solemos contar, las personas somos adictas al sufrimiento y a la idealización, lo que hace que llegado un momento determinado olvidemos todo lo malo que pasamos e incluso pensemos que en el fondo no fue para tanto. Recuerda esta frase: una persona rota solo traerá nuevas decepciones. Un cerebro liberando oxitocina por los buenos recuerdos es muy difícil de parar, de nosotros depende si nos dejamos llevar por lo que pudo ser pero que el destino quiso que no fuera.

Las personas solemos cambiar, los estudios lo demuestran, lo que los estudios no suelen contar es que en todas las relaciones donde una de las dos partes tiene la autoestima tocada lo primero que va a pasar es que la parte dañada intente absorber a la parte completa. Es algo como en la película  Blade, en la que Wesley Snipes  necesita sangre porque es casi un vampiro, solo que  también sabe el daño que puede hacer si sus víctimas son personas, personas a quien él precisamente quiere proteger. Con estas personas pasa lo mismo, saben que hacen daño, pero no lo pueden evitar y succionan las autoestimas ajenas para recibir su dosis diaria de buenas sensaciones. En el transcurso de sentirse bien con ellos mismos le destrozan la vida a los demás.

La solución es fácil, no vuelvas al lugar de donde te marchaste. No te dejes atrapar por los cantos de sirena que rodean a las personas que un día te atraparon y de las que pudiste escapar. Las sirenas estarán ahí para mentirte, no te dejes engañar.

Un problema algo menos comentado es que a veces nos cuesta conocer a gente que esté dispuesta a conocernos a nosotros, lo que hace aún más que volvamos a lo malo conocido. Es duro volver a empezar, es duro iniciar algo y que fracase y te toque volver a intentarlo sin ninguna garantía de éxito, pero aún lo es más quedarte con quien te hizo pedazos precisamente cuando te conoció.

Con las antiguas relaciones pasa como con las buenas decisiones de la vida, no hay que pedir permiso antes ni disculpas después. Ni pides permiso para irte de donde no eras feliz ni pides disculpas porque cada uno tiene que hacerse responsable de la forma en la que trata a los demás.

Como dijo Enrique Petracci, quien fuera magistrado de la Corte Suprema de Argentina, sobre aquellos que no aceptan su falsedad: "Les guste o no son lo que son, a lo sumo les pasará como a los cangrejos, que son crustáceos, pero no lo saben".