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Clásico

Deshazte de las excusas


La novelista Madeleine L'Engle dijo: "Todos los niños son artistas, y es una acusación en contra de nuestra cultura que tantos de ellos pierdan su creatividad, su libre imaginación, a medida que crecen". Podríamos reconocernos en estos niños cuando hablamos de las excusas que inventamos a diario para no tomar responsabilidad, porque a medida que crecemos perdemos las ganas de intentar, y con ellas se esfuman también las posibilidades de vernos triunfar.

 

Las excusas funcionan como un interruptor de sueños, de pronto algo que nos entusiasma nos toma poco tiempo desmenuzarlo, "¿estoy preparado para hacer esto?" Y poco más hace falta para acabar el juego. Pero yo creo que siempre hay una respuesta para una mentalidad que quiere abrir caminos. Sé por experiencia que si uno dice que puede con algo, si hace de esa declaración algo real y congruente, el cerebro accede a sus propios recursos hasta encontrar la respuesta. Si uno se dice mentalmente que no puede entonces creará sus propias razones para no conseguirlo. La zona de confort funciona así, las excusas son su alimento.

    Si quisiésemos alcanzar el nivel más profundo de realización vital, ¿cómo lo conseguiríamos? De un solo modo, interrumpiendo las excusas que se interponen en el camino de alcanzar todo cuanto deseamos ser en la vida. Comprometerse en alcanzar algo significa descartar cualquier posibilidad que no sea mantenernos fieles a nuestros propios criterios y defenderlos ante el miedo a parecer ridículos o a fracasar hasta sentirnos inútiles.

    Ocurre lo mismo cuando por ejemplo nos mantenemos durante un tiempo fieles a una dieta. Durante las primeras semanas encontramos las razones que necesitamos para evadir las excusas pero tan pronto el cansancio físico y mental aparecen surgen de nuevo la ansiedad y la pérdida de control sobre lo que comemos, y con ellas las excusas. Sencillamente no queremos sentirnos mal por habernos traicionado y justificamos nuestra inconsistencia para eliminar el dolor lo antes posible.

   ¿Cómo puede alguien sentirse fuerte, mínimamente bien, si se traiciona y justifica cuando las cosas comienzan a ponérsele difíciles? Mirarte en el espejo unos segundos no va a ser suficiente, pero si aguantas la mirada por unos instantes empezarás a notar cómo el espejo te señala como la persona responsable de crearse a sí misma los momentos más duros de su vida. Es duro aceptar que la abundancia no llega a tu vida porque tú te has convertido en tu propia limitación. Es duro sentirse un perdedor.

    Quizás ha llegado también el momento de que el espejo nos hable de otra forma. Si elegimos elevar nuestro nivel de compromiso centrándonos en la idea de no volvernos a fallar ni una sola vez más, ¿no crees que eso hará una diferencia mucho mayor que comprometerse en alcanzar el peso excato con el que nos sentiremos supuestamente felices? Establecer metas personales supone una persecución interna capaz de reunir los recursos necesarios para alcanzar las metas externas, y resulta mucho más excitante que solo actuar para evitar el dolor y la insatisfacción.

    Al margen de que tus problemas se materialicen instantáneamente o vayan adquiriendo su forma gradualmente, la superación interna es en sí un objetivo para dejar de vernos atrapados superando cualquier excusa que suponga una barrera al compromiso con el cambio.