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Clásico

La ley de la acción inmediata


Todos tenemos sueños, una vida que deseamos y que es factible conseguir, y aun así apenas damos pasos en la dirección correcta. ¿Por qué dejamos para mañana los sueños que pueden hacernos felices hoy? Por que los sueños sin acción, solo son representaciones teatrales pasajeras.

    Sin acción no hay sueño. Y la acción inmediata es lo que separa a los que de verdad quieren de los que solo se atreven a soñar. Si consentimos pasar demasiado tiempo preparando los detalles puede que el sueño no sea tan grande, o tan ambicioso o tan pasional como para que valga la pena conseguirlo, porque cuando el sueño es el adecuado no podemos esperar a iniciar el viaje, sencillamente él nos empuja por sí solo.

    La gente sueña con ser rica, con ser famosa como un deportista o los actores de cine, cree que esos son los sueños que le darán la felicidad que necesita mientras soporta la que por el momento le ha tocado. Asignan demasiada felicidad a lo que no tienen y conformismo a lo que en verdad tienen. En el camino hacia una vida de ensueño los hay que solo piensan en lo que podrían tener mañana, y se olvidan de todo lo bueno que son hoy. No se puede vivir bien creyendo que estamos en una vida equivocada.

    Existen muchos tipos de sueño. Formar una familia, levantar una pequeña empresa, la redención de errores del pasado que dan lugar a una persona que brilla con luz propia, pero por norma general tenemos dos tipos de sueños: los que vemos de lejos y los que nos atrevemos a crear. Estos últimos son los que menos se toman, porque en la vida muchos factores nos han hecho creer falsamente en un viaje que reservado para unos pocos elegidos. Cuando las personas aceptamos ciegamente que algo no es para nosotros o se nos queda grande, podemos apostar a que va a ser así.

    Sucede al contrario tambié,, si creemos con todas las fibras de nuestro ser que algo es cierto pondremos a nuestro sistema nervioso a trabajar para crear los recursos necesarios para obtener tal resultado. Sucede por desgracia que no son los sueños los que se le quedan grandes a las personas, sino que son las personas las que no están a la altura de sus propios sueños. El poder transformador que tenemos es tan grande que resulta muy difícil encontrar algo que no podamos hacer si nos decidimos a trabajar hasta ponernos a la altura de lo que deseamos. Si creemos que podemos entonces podremos.

    Uno puede conseguir lo imposible de dos formas: creyendo que puede y actuando para demostrarlo. Si tomamos la decisión de buscar los recursos que hacen fala para construir un sueño el camino empezará a revelarse por sí solo. Cuando tratamos de que el miedo o la incertidumbre no aparezcan no solo no desapareceran, sino que se harán más fuertes. Por esa razón la gente no se decide a dar al paso de perseguir un nuevo nivel para su vida, el temor a no saber qué hacer nada más comenzar los hace dudar de sí mismos y para no seguir sintiéndose mal deciden poner punto y final a su aventura. Como consecuencia fracasan y no consiguen nada de lo que se proponen.

    Actuar por extraño que parezca es mucho más fácil que tomar la decisión de hacerlo. Es la cultura llena de miedos ajenos la que nos ha programado para temer aquello a lo que llamamos riesgo, pero si queremos conseguir cualquier objetivo mientras damos lo mejor de nosotros no nos quedará otra que arriesgarnos a fallar.

    Ni tú, ni yo ni nadie sabe qué sucederá en el momento en que demos el primer paso, solo podemos darlo y creer en nosotros y en nuestra capacidad para sobreponernos a los problemas mientras seguimos avanzando. Y es en esa actitud donde las personas enontramos nuestra razón máxima de vivir, donde desplegamos todos los dones y talentos que hacen de la vida y de quienes vivimos en ella un cuadro de colores y formas infinitas, donde creamos nuestra propia obra de arte.

   Nunca hay que tener miedo a vivir, y vivir implica fallar. Una vez aceptado esto, ya solo nos queda comenzar a caminar hacia nuestro verdadero destino.