circle
Clásico

Bajo el sol de la satisfacción


Cuando tratamos de explicar qué hace que una persona sea fuerte ante las dificultades que la vida nos plantea a todos, por increíble que parezca solemos llegar a una misma conclusión: que nunca se dio por vencida.

    No hay en la vida prácticamente nada a lo que el ser humano no sea capaz de sobreponerse, por muy duro que nos hayan golpeado, y esto tiene una explicación que demasiadas veces pasa desapercibida pero que no por ello deja de estar latente bajo nuestros corazones, la esperanza de que la vida es mucho más que un suceso pasajero, que se trata de algo de lo que maravillarse a pesar del dolor o la desesperanza. Todos luchamos sin cesar porque tenemos la creencia consciente o inconsciente de que tras el golpe recibido, comienza un proceso de sanación y recuperación.

    Al tratar de averiguar si somos tan fuertes como nuestros problemas resulta sencillo que descubramos que estamos mucho más allá de lo que en un principio nos pudiera parecer. Es el miedo el que causa primero esa preocupación para después ser el primero también que desaparezca en cuanto hagamos frente. Demasiadas personas gastan grandes cantidades de energía preguntándose si serían o no capaces de aguantar el hambre, el rechazo, la soledad o la indefensión, y la respuesta es que sí, solo que aún no lo han comprobado. Repitamos una vez más que las personas somos más fuertes que nuestros problemas, pero que no lo sentiremos hasta que las circunstancias nos obliguen a ponernos a prueba.

    Hay dos motivos por los que la felicidad y el sentimiento de orgullo quedan demasiadas veces relegados a un segundo plano. El primero es la urgencia que hemos instalado en nuestro plano personal sobre que todo debe venir cuanto antes, que la vida no nos espera y debemos correr con ella si no nos la queremos perder. En realidad quien no se para a ver la vida lo más probable es que acabe perdiéndosela por completo. Por urgente que puedan ser nuestros asuntos, la paz es un elemento sustancial para la liberación de endorfinas, y cuando estas se liberan es cuando nos embriaga la sensación de bienestar que tan a menudo anhelamos. El segundo es la baja confianza que tenemos en que una vida más plena y placentera es posible para nosotros, aun cuando las circunstancias actuales indiquen lo contrario. Tratemos las tormentas como pasajeras o persistentes lo cierto es que un día dejará de llovernos encima, y entonces podremos sacudirnos y respirar en libertad o seguir protegidos por si nos cae de nuevo otro chaparrón.

    Un motivo que nos cause satisfacción y bienestar, ¿no es algo de lo que querríamos experimentar a cada instante sin pensar en cuánto tardará en desaparecer o si es un hecho aislado? Somos en buena parte responsables de nuestra propia felicidad y eso pasa por lo que se denomina "autosugestión", la capacidad que tenemos las personas para bombardearnos con emociones positivas a través de nuestros pensamientos y acciones. Si tenemos semejante arma lista para disparar a uno le puede parecer extraño que ya la posea y que la use en el momento que quiera, eso es porque tenemos la absurda idea de que es la vida y no nosotros la que nos debe ofrecer los momentos de felicidad, y entonces nos sentamos a esperar. Cuanto más tardemos en prepararnos para sacarnos una sonrisa de cada momento, bueno o malo, que la vida nos ofrezca más tenderemos a caer en la creencia que existen personas con suerte y personas gafadas por los acontecimientos.

   ¿Qué tenemos ahora mismo en nuestras vidas, con nuestras familias o amigos de lo que podamos disfrutar sin esperar a que algo se "active"?, ¿por qué no disfrutar de nuestras aficiones llevándolas a un nivel superior de disfrute y aprendizaje?, ¿hay algo que nos impida sentirnos bien con nosotros mismos a pesar de los momentos duros de la vida? Responder sinceramente no hace sino esclarecer que con total seguridad nos hemos privado de emociones positivas y hemos dado rienda suelta a aceptar la vida tal como viene.

    Nada en la vida es tan fuerte como para pararnos si hemos decidido darnos la oportunidad de disfrutar de los pequeños y grandes placeres que vivimos a diario. Todo vale la pena cuando se hace con ilusión y nada causa mayor frustración que no apasionarnos por lo que somos y por lo que hacemos. Solo es eso, una oportunidad que siempre está ahí, que no se deshace aunque no se aproveche, y que a todos nos está esperando con los brazos abiertos. La vida es disfrutada a través de la intención, no de la espera.