Este fin de semana mis amigos han decidido abandonarme en este pueblo de Castilla y León, en el que resido de julio a septiembre, para irse a disfrutar de un megafestival de música techno al desierto de Monegros en Aragón.
Me darían mucha envidia pero tengo que decir que mi pueblo también es un desierto y que odio ese tipo de música. Así que mejor no me quejo y sigo teletrabajando desde mi ordenador, ubicado en el punto justo entre el router y el aire acondicionado.
Obviando lo insufrible que me parece la música techno, y todo lo que rodea a una fiesta que se basa en escuchar los mismos ruidos durante toda una noche, tengo que decir que el techno tiene cosas muy buenas.
He visto a miles de personas currarse sus outfits para asistir a festivales que potencian una barbaridad sus escenarios y sus ambientes para que se trate de una experiencia única donde la estética y la forma de vestir cuentan mucho.
Existe una estética que rodea a todo el universo techno que me parece total. Muy elegante, sofisticada y tan concreta que nadie la confundiría con otro tipo de música. Se trata de un estilo maravilloso que aúna el color negro y la transparencia hasta límites insospechados.
Hace un año viajé a Berlín a visitar a mi mejor amiga y pude descubrir lo que significa ser un fiel seguidor de la música Core. Discotecas míticas de Alemania como Berghain o Kitkat llevan consigo una forma de vestir muy estricta que lleva los códigos de vestimenta a una esfera muy selecta y apetecible para los amantes de la moda.
Estoy seguro de que dentro de poco, según el boom que estamos viviendo con el estilo asociado a un género musical, vamos a ver a muchas personalidades que viven de hacer looks y de enseñarnos cómo potenciar tu estética con la música que te apasiona.
Espero que a la gente más blandita como yo, que escuchamos música algo más comercial, también nos toque un estilo chulo con la que poder jugar a vestirnos de fantasía y dejar de envidiar a los seguidores del Bumping o del Hard House.