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Clásico

Los lunes al sol

Por El Viudo

Manguitos


Querido Viudo,

Te envío esto por si te sugiere algo para tu blog de los lunes.

Doce y cuarto de la mañana. Playa de Levante.

Han llegado con dos sombrillas, una de ellas de una marca publicitaria de bebida refrescante.
Un matrimonio de unos treinta años, dos niños pequeños, una abuela y por lo que he deducido una tía de la misma edad que la señora mayor.

Toallas extendidas, una nevera, tres sillas y dos revistas del corazón.

Tan cerca que parecía que yo era uno más de ellos, que podría acercar el brazo a la nevera para sacar algo frío. Que me podrían extender a mí la crema en la espalda, donde no llego, que podría leer cada hoja de las imágenes de la boda de Tamara.

Que me he enterado de donde han votado y a quien. Pero eso es lo de menos.

Me llevaría a la abuela a mi casa.

Ha abierto sin mucho esfuerzo una de las dos sombrillas. Colocado estratégicamente las sillas, expandido la crema a los dos pequeños, con un cariño y esmero que esos niños no se queman seguro.

Ha contestado a dos llamadas de móvil. Yo estaba tan cerca que podría haber mediado en la conversación. En una de ellas ha confirmado la mesa para las tres de la tarde. En la segunda su marido ha dicho que les verá allí directamente.

Se ha metido al agua con los pequeños, sin casi dejarles de dar la mano. Se la ha volado la pamela y mojado entera. Era una mujer feliz. Una mujer que ha tenido que ser guapa a rabiar.
Mejor dicho una mujer que sigue siendo muy guapa.

De un bolso muy pequeño, ha sacado después de secarse, un espejo de esos redondos que se convierten en dos. Se ha dado una crema en la cara y abrió una de las revistas.

No llevaba dos minutos sentada, cuando la han requerido los pequeños con un cubo a recoger conchitas. Se ha levantado de inmediato. De nuevo la pamela y de nuevo cada uno de la mano.

Al regreso me pareció sentir que estaba cansada. Pero esa raza de mujer no se cansa.
La calculo por el aspecto unos setenta y cinco años.

Pueden con todo, siempre han podido con todo y así seguirán hasta que las lleven al cielo.
Ellas van al cielo fijo.

El matrimonio joven. Él con unos cascos y una pantalla debía de estar viendo la fórmula uno y ella se ha devorado las dos revistas. La tía al llegar parece que se quedó algo dormida.

Mi bañista preferida ha sacado una botella de tinto de verano, un refresco de naranja y tres vasos de plástico. Ha servido la naranja a los dos pequeños y se ha puesto en el suyo un buen campano de vino con gaseosa. La hubiera pedido otro vaso para mí, para brindar por su salud.

Se ha acercado a la silla de su hija y la ha dicho. ¡Mañana voy a comprar a Carlos unos MANGUITOS!