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Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Los tres caballos de Pizarro


Nadie que haya visitado la plaza mayor de la localidad extremeña de Trujillo podrá olvidar que ésta acoge una imponente estatua ecuestre de uno de sus hijos más ilustres, Francisco Pizarro, conquistador de Perú y fundador de la ciudad de Lima, que vivió entre los años de 1478 y 1541.

Una inscripción en el pedestal de la estatua, que también luce el escudo de armas de los Pizarro, recuerda que su autor fue el escultor norteamericano Charles Cary Rumsey, y que la obra fue donada a Trujillo por la viuda de éste, Mary Rumsey. Pero muchas cosas ocurrieron hasta llegar ese momento.

En el acta municipal de la sesión del Ayuntamiento de Trujillo de 14 de abril de 1890 el concejal Anselmo Blázquez pedía formar una comisión para levantar un monumento a Francisco Pizarro. Sólo obtenía por respuesta que era más económico ponerle una calle y la iniciativa no prosperaba. Casi un cuarto de siglo después, en 1912 el alcalde Núñez, el comandante Esteve y el presbítero Naranjo abrían una suscripción popular con este fin. En 1913 se nombraba una comisión para organizar un festival y conseguir así los primeros ingresos, y posteriormente se constituía otra para recaudar fondos de administraciones y particulares.

En 1915, por primera vez se realiza un boceto de la potencial escultura, por el artista madrileño Rafael Galán: sería de bronce de tres metros, sobre un pedestal de piedra, estando Pizarro de pie. Viendo que la escultura actual de Pizarro en la Plaza Mayor de Trujillo representa al conquistador a caballo, es fácil colegir que este proyecto original no sería el escogido finalmente. De hecho, ni siquiera fue preciso seguir adelante con la captación de mecenazgos, pues apareció un inesperado patrocinador que asumió por entero el coste de la iniciativa.

Un rasgo excepcional de la estatua elegida del conquistador Pizarro es que forma parte de una serie de tres casi idénticas, salidas de las manos del mismo artista, Charles Rumsey. Además de ésta que se encuentra en España, en la localidad natal de Pizarro, las otras dos se hallan, respectivamente, en el lugar donde éste murió y está enterrado, Lima, y la tercera, la menor en tamaño, puede verse en la ciudad estadounidense de Buffalo, en el estado de Nueva York, lugar donde nació Charles Rumsey en 1879.

Rumsey se graduó en la Universidad de Harvard, completando sus estudios de Bellas Artes en París. Su afición por el polo le llevó a conocer bien los caballos y especializarse en esculpir figuras equinas, sobre todo en bronce. El interés por la equitación le unió a la hija de un magnate de los ferrocarriles, Mary Harriman, con quien contrajo matrimonio y con la que tuvo tres hijos. Rumsey combatió como capitán de tropa en la I Guerra Mundial y se hizo célebre por realizar un friso en el puente de Manhattan dedicado a la caza del búfalo. En 1922, encontró la muerte en un accidente automovilístico, a la edad de 43 años.

La primera de las tres estatuas de Francisco Pizarro, en las que el conquistador se presenta ataviado con casco y armadura y blandiendo una espada, es la que se sitúa en el frente de la Albright-Knox Art Gallery, institución de la ciudad americana de Buffalo a la que el matrimonio Ramsey la donó en vida del escultor. Fue la primera de las tres en realizarse, y alcanza una altura de unos 1,80 metros, muy inferior a la de las otras dos.

La génesis de la obra tuvo lugar en 1915. Rumsey fue invitado a contribuir con una estatua ecuestre de Francisco Pizarro para la Panamá Pacific International Exposition en San Francisco, una exposición universal que se organizó para conmemorar el centenario de la inauguración del Canal de Panamá, y que logró concitar casi veinte millones de visitas. La colosal escultura de Rumsey medía casi seis metros de altura. Fue recibida con éxito y obtuvo una medalla de bronce, aunque era temporal y al concluirse la exposición fue destruida.

Tras recibir el encargo, Rumsey comenzó a documentarse sobre la figura histórica de Pizarro, que le apasionó, y diseñó los detalles de su armadura a partir del estudio de las de la Armería Real de Madrid. Plasmó un caballo más pequeño y fuerte que los modelos idealizados que solía representar, para ser fiel a la realidad histórica de los caballos llevados por los españoles a América.

Al morir Charles Rumsey, con la idea de materializar un proyecto que el artista había albergado, dejando en su testamento 100.000 dólares para ello, su viuda decidió donar dos estatuas gemelas del conquistador Pizarro a las ciudades de Trujillo en España y Lima en Perú. Comenzó por la de Trujillo, ya que uno de sus hijos era amigo del duque de Alba y a través de su mediación la familia Rumsey se puso en contacto en 1925 con el entonces alcalde de Trujillo, José Núñez Seco, para exponer el proyecto de donación. Se llamó al gran escultor Mariano Benlliure para examinar la obra, y en su dictamen favorable resaltó la perfección técnica y anatómica, así como la adecuación de los detalles históricos. Por ello, el ofrecimiento fue aceptado por las instituciones, eligiéndose por parte de la viuda del escultor la Plaza Mayor como ubicación más idónea.

La estatua es de bronce y pesa 6.500 kg. Se compone de dos piezas, una es el caballo y el jinete hasta la cintura y la otra el resto; la fundición se realiza en Rouard de París y el montador es Cuatrochi. El pedestal es de granito traído de Santa Cruz y trabajado por los canteros de Trujillo. La obra de albañilería es dirigida por el maestro Mariño. Sus dimensiones son cinco metros de altura por dos de frente y tres y medio de fondo. La fundición, el pedestal y el transporte desde su país de origen, corrieron íntegramente a cargo de la donante. La Junta Ejecutiva del monumento a Pizarro se disuelve y anuncia que quienes hubieran aportado dinero a la suscripción popular lo pueden retirar, y en caso contrario se dará al Asilo de San Vicente de Paúl.

La estatua formó parte de las 150 obras expuestas en 1927 en la Primavera de la pintura y la escultura del Gran Palacio de París donde la Sociedad Nacional de Bellas Artes de Francia rindió homenaje al fallecido Rumsey a través de una importante exhibición de sus trabajos, siendo colocada en la sala de la cúpula debido a su gran tamaño. Ese mismo año, la escultura fue formalmente donada a Trujillo, aunque debido a la inestabilidad política del país se decidió esperar para llevarla a España.

Una enfermedad y la operación de la Sra. Rumsey dilatan la fecha de la inauguración. En junio de 1929, la estatua fue finalmente trasladada a Trujillo para ocupar su ubicación actual, la Plaza Mayor, cuyas obras de acondicionamiento para acogerla habían sido realizadas por el arquitecto Pedro Muguruza. La escultura fue inaugurada el 9 de junio, en un acto al que asistieron los príncipes Alfonso y Beatriz de Orléans en representación de la Corona; el presidente del gobierno, general Miguel Primo de Rivera, así como el embajador de Estados Unidos en España, el ministro plenipotenciario de Perú y el duque de Alba, además del obispo de Plasencia y descendientes del conquistador. Allí presente, la señora Rumsey fue nombrada hija adoptiva de Trujillo, como muestra de agradecimiento de la población. Para la inauguración de la estatua de Pizarro se convocó asimismo un concurso literario.

La tercera de las estatuas en ser ubicada lo fue el 18 de enero de 1935, dentro de los actos de celebración del IV centenario de la fundación de la ciudad de Lima. Al igual que en el caso de las otras dos, la escultura fue una donación de la viuda del escultor Rumsey.

Su localización original, el atrio de la catedral de Lima, lugar donde se encuentra el sepulcro de Pizarro, apenas se mantuvo unos años, pues en 1952 fue reubicada en la Plaza Pizarro y en 2003 se la trasladó al Parque de la Muralla, siendo desprovista de su pedestal originario y perdiendo altura y vistosidad al serle sustituido por una base de cemento. 

Es decir, actualmente, de las tres esculturas, por tamaño y emplazamiento, la que no tiene parangón es la de Trujillo. No hay excusa para acercarse a la localidad cacereña para visitarla, porque vale sobradamente el viaje. 

 

 

Fotografías: Gabriela Torregrosa