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Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

La Roca que se abría al océano


Un impresionante monumento en las Rías Bajas, rezumante de belleza por sí y en derredor, es la conocida como Virgen de la Roca, Virxe da Rocha en gallego, ubicada en el municipio pontevedrés de Bayona, en la preciosa comarca del Valle Miñor. Preside una atalaya de vistas privilegiadas en el Monte llamado San Roque o Sansón, sobre la bocana de la ría de Vigo, a 100 m sobre el nivel del mar, lo que le permite abrirse al Atlántico y vislumbrar todo un espectáculo de hitos costeros: las Islas Cíes y las Estelas, el Cabo Home, Monte Ferro y Monterreal.

Tan mimetizada está la Virgen de la Roca con su idílico entorno, tan acostumbrado el océano a ella, que pareciera acaso haberse erguido allí por siempre, desde el principio de los tiempos. Sin embargo, tiene su génesis hace algo más de un siglo, en una larga historia de ilusiones, convicción y superación, que acabó coronada por un éxito que sus mayores valedores ya no pudieron disfrutar.

Todo comenzó el 31 de octubre de 1908, cuando se celebraba en el Hotel da Palma de Bayona un banquete en homenaje al industrial de Caldas de Reyes Laureano Salgado Rodríguez, promotor de la llegada de la electricidad a la villa. Fue en ese marco en el que Salgado propuso levantar un monumento a la Virgen bajo la advocación de la Roca, en la cima del Monte San Roque. Antonio Palacios Ramilo, el gran arquitecto modernista porriñés, célebre por sus emblemáticos edificios madrileños como el Palacio de Comunicaciones en Cibeles, la Casa de las Cariátides del Instituto Cervantes o el Círculo de Bellas Artes, recogió el guante de Salgado, por existir entre ambas familias un vínculo de amistad y encontrarse presente su hermano José Palacios, farmacéutico de Porriño, en el mencionado convite.

Palacios diseñó el monumento en granito, de unos 15 metros de altura. Ideó la figura de la Virgen sosteniendo en su mano derecha un barco, que a su vez hiciera funciones de mirador sobre el impactante panorama. Para acceder a ese espacio por su interior hueco, trazó una puerta en el lado norte e incluyó una angosta escalera de caracol en madera de 45 escalones, aunque sería sustituida a principios de los años 50 por otra de piedra, del escultor Ángel Fernández González, conocido como Angelito Vernet, muy vinculado a Bayona. Se barajó la colocación de un ascensor interior, pero las limitaciones presupuestarias lo hicieron inviable. A medida que se va subiendo la escalera, unas baldosas llevan inscrito el Ave María y la oración que culmina el Rosario. 

El elemento del barco no solo hacía alusión a la arraigada vocación marinera de Bayona. Además, la villa había protagonizado en fecha tan brumosa como el 1 de marzo de 1493 un acontecimiento histórico de la mayor relevancia: la llegada a puerto de la carabela Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón, una de las tres icónicas naves de aquella primera expedición de Cristóbal Colón en la que descubrió América. Así, Bayona estaba llamada a ser la primera localidad europea en recibir noticia del hallazgo que cambiaría el mundo como se conocía hasta entonces en el viejo continente.

La cara, el cuello y las manos de Nuestra Señora serían talladas en mármol blanco de Carrara por el escultor madrileño Ángel García Díaz. Este material no era el único diferente al granito del conjunto, pues para la corona sobre su cabeza se pensó en utilizar porcelana. Algunos verían semejanzas entre el semblante y simbolismo de la Virgen de la Roca y el de la Estatua de la Libertad de Nueva York, de Bartholdi. El contratista vigués Antonio González Romero se puso al frente de las labores de cantería.

La obra partía de un presupuesto inicial que rondaba las 30.000 pesetas. Para sufragarlo, se realizó una suscripción popular, con una comisión creada al efecto. Salgado prometió igualar la oferta más generosa, que fue la de la presidenta de la comisión, la marquesa del Pazo de la Merced, 1.000 pesetas. Salgado, fiel a su palabra, aportó idéntica cantidad. Se recibió una importante suma de emigrantes españoles en Cuba. 

El arquitecto Palacios presentó el proyecto entre una gran expectación a finales del verano de 1909, y la primera piedra fue colocada el 18 de septiembre de 1910. Poco después de las 10 de la mañana llegaba a Bayona la Duquesa de la Conquista, en representación de la Reina, siendo recibida a la entrada por las autoridades, presididas por el alcalde. Representaba al pueblo de Bayona la marquesa del Pazo de la Merced.

La ceremonia tuvo lugar en la explanada delante de la cumbre. Se había colocado un altar, con la imagen de la Purísima Concepción de la Colegiata, donde el obispo de la diócesis, Valeriano Menéndez Conde, celebró una misa y pronunció la bendición. Salgado no pudo asistir por estar su mujer gravemente enferma y delegó su presencia en el jefe de Telégrafos, su amigo José María Barreiro. El canónigo Leopoldo Eijo Garay impuso a la Virgen un collar de oro enviado por Salgado, en nombre de su esposa Josefa Carou Mareque, que había sido su regalo de boda. Eijo pronunció un sermón elogiando la iniciativa de Salgado, y pidiendo una oración por la enferma, que falleció días más tarde, a primeros de octubre.

Tras la firma del acta se colocó la primera piedra, para lo que la duquesa usó una paleta de plata que luego regaló a la reina. Debajo de la piedra se situó una cajita de zinc con una copia del acta, dos monedas de oro, dos de plata y dos de cobre.

Después del banquete al que asistieron las autoridades, a las 4,30 de la tarde se representó para los invitados, en el teatrillo instalado en la planta baja del Ayuntamiento, el estreno de la obra lírico-dramática en verso, en un acto y tres cuadros, titulada 'La Virgen de la Roca', con textos del periodista José María Barreiro (que dedicó la obra a Laureano Salgado) y música del sacerdote Ángel Rodulfo, dramatizada con posterioridad en diversas localidades para recaudar fondos para la construcción del monumento. La obra, de carácter regional, se desarrollaba en la parroquia de Baredo, siendo sus personajes Carmela, el Cura, Tío Pedro, Perucho, Juan de Otero (encarnado por el autor Barreiro), gaiteros y mozos.

Perucho y Juan de Otero se disputan el amor de la aldeana Carmela, y esta se decanta por el primero. Juan de Otero, en consecuencia, reta a Perucho, y ambos se enfrentan en el monte de San Roque de Bayona. En el momento crítico de su duelo, aparece la Virgen de la Roca y de su contemplación cesan su enemistad.

Posteriormente, la obra se escenificó en el Teatro Zorrilla de Bayona, en función de pago para proveer de fondos para levantar el monumento.

Otra representación tuvo lugar el 9 de febrero de 1911 en el Teatro Real de Madrid, con actores aficionados de la considerada buena sociedad, que agotó las localidades. Fue promovida por Mercedes Ruiz de la Escalera, amiga personal de la reina Cristina. Tuvo un papel muy importante para su consecución el político y empresario del Teatro Real, Luis Calleja, que veraneaba en Bayona. Asistieron la reina Victoria, la reina madre Cristina y los infantes Teresa, Isabel, Luisa, Fernando y Carlos. Se recaudaron más de 10.000 pesetas. La reina Victoria donó 500 pesetas, la reina Cristina 300, y las infantas Isabel y Teresa 200 cada una. Se entregó a la Familia Real una reproducción del proyecto del monumento. 

En el Teatro Principal de la capital gallega se representó con lleno total la obra a primeros de junio de 1911, con actores amateur de la clase acomodada local, y la teatralización de un cuento en el que participó Castelao. En Caldas, el 15 de julio de 1911 se representó al aire libre en el parque a orillas del río Umia, y en agosto del mismo año, en el parque de la finca de la Pastora en Vigo, de los señores Ozores, y posteriormente en las Cabañas. Asimismo se interpretó en Pontevedra, Villagarcía, Coruña y Montevideo. 

En el verano de 1913, Laureano Salgado invitaba a amigos a Bayona para festejar el avance de los trabajos, actuando el coro pontevedrés Aires da Terra. Para entonces, tiene una nueva esposa, Elisa Peña y Caldas, con la que ha contraído segundas nupcias en 1912, un matrimonio que solo durará 6 años, pues ella fallecerá en 1918.

A las 4 de la tarde se organizó una procesión hasta lo alto del monte de la Virgen. El gentío llenó la explanada y hubo baile con gaitas. Laureano Salgado instaló cocinas eléctricas para freír sardinas y asar cordero. La prensa local dejó entrever que el monumento se inauguraría el 13 de septiembre. Salgado acariciaba la idea de que la Virgen sostuviera con su mano izquierda una gran lámpara eléctrica a modo de faro para guiar a los navegantes; asimismo, que se colocasen sendos reflectores eléctricos en lo alto del monte y en la Torre del Reloj de la catedral de Santiago, para cruzar sus haces de luz en un punto y señalar la ubicación del sepulcro del Apóstol.

Pero esos dos designios no se llevan a efecto, y la conclusión de las obras encuentra diversos obstáculos. El proyecto se detiene una década. Salgado se hace construir un chalet en la ladera del monte, donde pasa largas temporadas y al que se retira los últimos años de su vida.

El monumento se inaugura el 14 de septiembre de 1930, 20 años después del inicio de las obras. Salgado, su impulsor, había fallecido meses antes, el 5 de mayo de ese año, a los 83 años. No dejaba hijos. Para entonces, su patrimonio había sufrido una merma considerable.

La adecuación del entorno tardaría otros 20 años. La carretera fue inaugurada en 1952. Hacia el mismo momento se acometieron mejoras en el parque, que pasó a denominarse Mercedes Ruiz de la Escalera, en memoria de quien ayudó a hacer realidad el proyecto. El parque, que abarca una gran superficie, fue restaurado en 2014 con bancos y mesas de piedra. Varias piezas de Ángel Fernández González, quien labró las escaleras pétreas del interior de la Virgen, se encuentran en la zona: el cruceiro do Calvario, que termina el vía crucis del maestro Pereira, en cuyas cruces se inscriben los nombres de los patrocinadores; el altar para oficiar misa; y el gallo, una pequeña escultura junto al calvario. El 26 de agosto de 1956 autoridades, la banda de música y numeroso público descubrieron a los pies del monumento un busto en memoria de Laureano Salgado, aunque fue robado en 1981.

Cada año, el último domingo de agosto, se celebra aquí una concurrida romería popular a la Virgen. Tras la misa, a los pies del monumento, vecinos y visitantes se unen en una comida campestre enxebre a base de sardinas asadas, pan de millo y vino. La hermosa y colosal escultura seguro que lamenta entonces desde su corazón granítico no ser humana ni poder descender de su pedestal para unirse a la fiesta de convivencia, tradiciones y hermandad.

 

 

Fotografías actuales: Gabriela Torregrosa

Retratos (1) de Laureano Salgado y (2) de Antonio Palacios: Dominio público