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Clásico

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Teresa de Lisieux interpreta a Juana de Arco en el convento


¿Qué habrá tenido de especial una joven que solo vivió 24 años, para que el papa Pío X la considerase con esa corta vida "la santa más grande de los tiempos modernos"? ¿Para que habiendo pasado 9 de sus pocos años de existencia recluida en un convento de clausura, fuera proclamada Patrona de las Misiones en 1927 por Pío XI? ¿Y no habiendo pisado jamás una universidad, para que el papa Juan Pablo II la declarase en 1997 Doctora de la Iglesia Universal?

Por mucho que estas paradojas impacten y lleven a preguntarse qué hace irrepetible la figura de Teresa de Lisieux, Santa Teresita del Niño Jesús, existe una que resulta aún más increíble si cabe, por estar envuelta en ternura y ser muy indicativa de la personalidad de la joven Teresa. Fue una gran admiradora de Juana de Arco, aún no canonizada cuando Teresa vivía. Poco podía sospechar ésta que les estaba reservado a ambas ser copatronas secundarias de Francia (la principal es Nuestra Señora): Juana de Arco sería elevada a los altares en 1920, y Teresa de Lisieux en 1925. Casi 500 años de diferencia entre sus vidas y sólo en 5 años juntas compartiendo la gloria. Un pensamiento que le habría causado vértigo.

Teresa nació en la localidad francesa de Alençon el 2 de enero de 1873. Este año se están conmemorando con un Jubileo el 150 aniversario de su nacimiento y el centenario de su beatificación. Sus padres fueron Luis Martin y Celia Guérin, primer matrimonio en ser proclamado santo en la misma fecha. De los nueve hijos que tuvieron, sobrevivieron cinco hijas, siendo Teresa la menor. Todas serían religiosas, cuatro en el Carmelo de Lisieux. Cuando Teresa tenía cuatro años, la madre falleció de un cáncer de mama, una tragedia que oscureció la felicidad doméstica que habían disfrutado hasta entonces, y la familia se mudó a Lisieux, donde vivían los tíos maternos. 

Tras conseguir autorización de su padre para ingresar en el Carmelo Descalzo, Teresa peregrinó a Roma donde, en una audiencia con el papa León XIII, le pidió permiso para profesar a pesar de su juventud. El 9 de abril de 1888, con 15 años, Teresa entró en el Carmelo con el nombre de Teresa del Niño Jesús, al que añadiría posteriormente "y de la Santa Faz".

Enferma de tuberculosis desde 1896, falleció el 30 de septiembre de 1897. En 1898, a partir de sus principales escritos, se publicó Historia de un alma, que instantáneamente alcanzaría un éxito sin precedentes.

Ya desde niña Teresa Martin sentía predilección por Juana de Arco, como pone de manifiesto un pasaje del Manuscrito A donde Teresa recuenta su vida cuando aún no tenía diez años: "al leer las historias de las acciones patrióticas de las heroínas francesas y en particular de la Venerable Juana de Arco tuve un gran deseo de imitarlas, me pareció sentir en mí el mismo ardor con el que estaban animadas, la misma inspiración celestial (...). Pensé que había nacido para la gloria y, buscando la manera de alcanzarla, Dios me inspiró los sentimientos que acabo de describir. ¡También me hizo comprender que mi gloria no aparecería a los ojos mortales, que consistiría en convertirme en un gran Santa!".

El 27 de abril de 1897, Teresa escribió al seminarista Maurice Belliere: "Cuando empezaba a conocer la historia de Francia, me deleitaba el relato de las hazañas de Juana de Arco; sentí en mi corazón el deseo y el coraje de imitarla. Parecía que el Señor también me destinaba a grandes cosas. No me equivoqué, pero en lugar de voces del cielo invitándome al combate, escuché en el fondo de mi alma una voz más suave y fuerte, la de la Esposa de las Vírgenes, que me llamaba a otras hazañas, a conquistas más gloriosas, y en la soledad del Carmelo. Entendí que mi misión no era coronar a un rey mortal sino hacer amar al Rey del cielo, someterle el reino de los corazones".

En los Carmelos Reformados una tradición secular que se remonta a sus orígenes son las llamadas "recreaciones piadosas", representaciones de breves piezas teatrales en festividades u ocasiones solemnes. Teresa de Lisieux escribió dos dedicadas a la historia de Juana de Arco, en las que la propia Teresa interpretaba a la protagonista. Se inspiran en la ópera popular en el siglo XIX: los diálogos se intercalan con poesía cantada con melodías conocidas de la época.

La primera de las obritas, La Misión de Juana de Arco o La pastora de Domrémy escuchando sus voces, se representó el 21 de enero de 1894, festividad de Santa Inés, primera onomástica de la Madre Inés de Jesús (Paulina, la hermana de Teresa) como priora del convento. Aparecían seis personajes: Juana de Arco, su hermana Catalina y su amiga Germaine, y los tres santos que le hablan: el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita. Teresa establece un paralelismo entre su situación y la de Juana: "Sólo por ti, oh Dios mío, dejaré a mi Padre / Todos mis queridos parientes y mi hermoso campanario. (...) / Te doy mi alegría y mis dieciocho primaveras". Además, incide en el contexto actual de una Francia descreída, a la que el ejemplo de Juana de Arco hace volver al camino de la fe: "Juana de Arco, escucha nuestros deseos. ¡¡¡Por segunda vez, salva a Francia!!!". Los episodios terminan con Juana marchando de su tierra a ejecutar su misión.

Seis días después, el 27 de enero de 1894, León XIII autorizaba la causa de beatificación de Juana de Arco, quien recibía el título de venerable. A partir de ese momento está permitido "honrarla y rezarle". Henri Wallon, republicano moderado y católico, presentó un proyecto de ley para que la fiesta de Juana de Arco el 8 de mayo se convirtiera en fiesta nacional. El 8 de mayo de 1894 Teresa escribió un poema, un Cántico para la canonización de Juana de Arco.

Un año después, en idéntica festividad de Santa Inés, el 21 de enero de 1895 se representa en el convento la segunda pieza teatral de la pluma de Teresa, Juana de Arco cumpliendo su misión o Las Victorias - El Cautiverio - El Martirio y Triunfos en el Cielo de la Venerable Juana de Francia. Mucho más larga y ambiciosa que la primera, los personajes casi se triplican en número. Teresa hizo su disfraz de Juana de Arco con papel de aluminio y su espada con cartón. El enfoque abarca la historia de la Pucelle desde sus gestas militares hasta su muerte en la hoguera (escena que desencadenó un pequeño conato de incendio en el convento que pudo ser controlado), concluyendo con la apoteosis de Juana en el cielo. Entonces, se vaticina: "Pronto nos veremos en el altar. ¡Juana, la nueva Patrona de Francia!". Ella exclama: "todavía estoy sólo en la primavera de mi vida; ¿Qué recompensa puedo esperar después de tan corto paso por la tierra?".

Aunque estas palabras las escribió Teresa para que las pronunciase Juana por su boca, el devenir de los acontecimientos históricos podría haberlas reservado para la propia Teresa, siendo verdad en ambos casos.

Otra de las hermanas de Teresa, Celina, la última en entrar en el Carmelo de Lisieux a la muerte de su padre en 1894, llevó allí consigo una cámara y tomó las fotos de Teresa como Juana de Arco que se conservan: en el calabozo, con Santa Margarita, y con su estandarte.

Juana de Arco es central para Teresa, como demuestra este pasaje del Manuscrito B de septiembre de 1896: "Como Juana de Arco, mi querida hermana, quisiera en la pira susurrar tu nombre, oh Jesús". Teresa escribió su último poema sobre la Doncella de Orleans en mayo de 1897, 'A Juana de Arco'. A principios de junio de 1897, ya demasiado enferma, redactando su última obra (Manuscrito C), dejó estas palabras a Paulina: "Releí la segunda pieza de Juana de Arco que redacté. Verás allí mis sentimientos ante la muerte; todos están expresados". Estas composiciones le permitieron ganar seguridad en su talento literario, pues justo después de su segunda Juana de Arco, acogida con gran éxito por sus compañeras carmelitas, Teresa empezó su autobiografía conocida como Manuscrito A.

María de la Trinidad, su novicia más querida, evocaría en una carta a la Madre Inés en 1931: "el 21 de enero de 1895 la segunda parte de su composición 'Juana de Arco', que había interpretado con el noviciado, había despertado la admiración de la comunidad, era un entusiasmo general. La vi al día siguiente y ella me confió que, durante el silencio de la tarde, sintiéndose en su círculo como en la cima de la gloria, había recibido una luz inefable sobre la vanidad de todo lo que hay aquí abajo".

El día después de la canonización de Teresa en 1925, el Papa Pío XI, hablando a peregrinos franceses, la llamó "una nueva Juana de Arco". No es de extrañar, pues, que ambas se encuentren hoy en la práctica totalidad de las catedrales y basílicas de Francia. Para apreciar sus similitudes no es necesario que ninguna vista un disfraz.

 

 Fotografías: Gabriela Torregrosa