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Clásico

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

El soldado de Belfort que escondía un león


En noviembre de 1870 la Guerra Franco-Prusiana se decantaba hacia la victoria alemana. Entonces, la localidad francesa de Belfort, actualmente en la región de Borgoña-Franco Condado y de estratégica posición geográfica, fue sometida a un duro asedio por el ejército enemigo. No era la primera vez que los habitantes de Belfort se veían sitiados en un contexto bélico. Habían protagonizado una heroica resistencia en otras dos ocasiones previas en 1814 y 1815.

Belfort no solo contaba con su prestigio de lugar inexpugnable e hijos valientes. Además, disponía de una imponente ciudadela fortificada por el emblemático arquitecto militar Vauban. Es verdad que en ese momento se estaban acometiendo en ella unos trabajos de refuerzo lejos de estar concluidos, pero al comenzar el asedio el responsable de la ciudadela, coronel Aristide Denfert-Rochereau, fue ascendido a coronel y gobernador de la plaza, y se le encomendó hacer frente a un ejército de 40.000 soldados prusianos con solo 15.000 contendientes franceses y recursos claramente inferiores, debiendo proteger además a la población civil frente a la lluvia de proyectiles que caían en número no inferior a 5.000 diarios.

Denfert-Rochereau estaba familiarizado con situaciones comprometidas. Había servido en Italia y Argelia, siendo herido en la Guerra de Crimea. Mostró un enorme talento defensivo y un liderazgo organizativo que permitieron resistir 103 días. El 18 de febrero de 1871, pero sólo por orden del Gobierno de Defensa Nacional francés que había acordado el armisticio, accedió a salir de Belfort con sus tropas y armas, evitando así una derrota. Nunca capituló. La gesta del coronel Denfert-Rochereau salvó el honor de una Francia humillada por la derrota de Sedán y la rendición de Bazaine en Metz, y mantuvo a Belfort francesa tras el tratado de paz, a diferencia de las cercanas Alsacia y Lorena, que pasaron a anexionarse a Alemania.

El coronel se ganó el sobrenombre de 'El León de Belfort'. El león es un animal de fuerte arraigo para el Franco Condado, al estar representado en su escudo. Este año 2023 se conmemora el bicentenario del nacimiento de Denfert-Rochereau con una exposición de alto valor simbólico en el Museo de Historia de Belfort, ubicado en pleno corazón de la ciudadela, que recopila objetos relacionados con el episodio que le consagró y efectos personales del coronel.

El 5 de diciembre de 1871, el ayuntamiento de Belfort organizó un concurso público de proyectos para un monumento al asedio aún tan reciente, apenas unos meses atrás. Se daba como ubicación la pradera Gaspard, al este de la ciudad, cerca de la Puerta del Vallon, lugar de enterramientos durante el asedio. Pero el alcalde, Édouard Meny, recibió sólo dos propuestas sin que le convenciera ninguna. Entonces, se dirigió al célebre escultor alsaciano Frédéric-Auguste Bartholdi para encargarle el trabajo. Bartholdi, que había luchado en 1870 como ayudante de campo de Garibaldi, sentía gran apego a la única ciudad alsaciana que quedaba francesa después del Tratado de Frankfurt de mayo de 1871. Por patriotismo, ofreció realizar gratuitamente el trabajo conmemorativo de los defensores de Belfort.

Por carta de 16 de marzo de 1872, Bartholdi insiste: "El monumento debe estar en un lugar destacado e identificado con la ciudad" y define su planteamiento: "representa en forma colosal un león acosado, acorralado y terrible todavía en su furia". No encarna la venganza sino "una lucha gloriosa cuya tradición debe transmitirse para perpetuarla". El artista elige como localización la pared de roca debajo del cuartel de la ciudadela: "colocado allí, el monumento se identificará con el aspecto de la fortaleza, será visible por todas partes". El león, que mide 22 m de longitud y 11 m de altura, está tendido y su pata delantera derecha aplasta una flecha rota, simbolizando el ataque prusiano contenido por la resistencia de la ciudad.

Aunque Bartholdi había diseñado el león orientado hacia Alemania, tras el malestar expresado por los alemanes lo alteró para mirar al oeste, hacia su hermana del otro lado del Atlántico, la notoria obra de Bartholdi que Francia regaló a Estados Unidos en honor al centenario de su Independencia: la Estatua de la Libertad, que aunque en el momento de creación del león ya había sido concebida, no se terminaría hasta cinco años después que este.

Después de viajar a Egipto y quedar fascinado por las esfinges, Bartholdi estudia la anatomía felina, y en el Jardin des Plantes de París dibuja leones. El modelo sería Brutus, león del domador Jean-Baptiste Pezon. En aras de unificarlos con la ciudadela circundante, Bartholdi realizó la estatua y el pedestal en piedra arenisca rosa de los Vosgos, en lugar de la piedra blanca originalmente prevista. La roca detrás del monumento fue cortada para resaltar la obra. Los bloques de arenisca fueron tallados individualmente con martillo y cincel; luego, trasladados bajo la ciudadela, se ensamblaron elemento por elemento con las grúas de la época. Un rumor popular sostiene que el león no tiene lengua, pero no es cierto.

Para sufragar los costes de materiales y trabajadores, se lanzó una suscripción popular que fue un éxito. El modelo final, en yeso, de un tercio de su tamaño, fue terminado en septiembre de 1875 en el taller de Bartholdi en París. La capital francesa, tras su presentación en la Exposición Universal de 1878, adquirió el modelo para reproducirlo en cobre y erigirlo en la plaza parisina que llamará Denfert-Rochereau en 1880, en honor al héroe. Existe otro león de Belfort a escala desde 1897 en Montreal, Canadá, que además es fuente.

En Belfort la población estaba molesta por la lentitud de ejecución del proyecto. Y la recepción del león en 1880 se vio empañada por diferencias del autor con el municipio sobre la asignación de la suscripción, que originaron tres juicios. El monumento no será inaugurado oficialmente, porque en el momento de entregar la obra las relaciones diplomáticas entre Francia y Alemania se tensaron. El propio Bartholdi sufragó un acto informal de inauguración con participación de la población y la iluminación de la escultura.

A pesar del desencuentro, el 13 de abril de 1901 el consejo municipal impulsa otro monumento en memoria del coronel Denfert-Rochereau y recurre a Bartholdi. Éste solicita homenajear también a los otros dos asedios que Belfort sufrió en el siglo XIX. Así nació el 'Monumento a los tres asedios' en la Plaza de la República de Belfort, actualmente en restauración, la última obra de Bartholdi. El consejo municipal acepta la propuesta y se presupuesta en 150.000 francos, para los que se lanza una suscripción nacional. En 1903 en el Salón de París se exhibe la maqueta del monumento. Pero Bartholdi muere el 5 de octubre de 1904. El municipio abandonó el proyecto y pensó en el escultor Antonin Mercié para otro, ya que había sido el autor de un monumento en bronce a los defensores de Belfort en 1882 para la Plaza de Armas de la ciudad. 

La intervención de la viuda de Bartholdi fue decisiva para que las autoridades de Belfort no se desvinculasen del compromiso con su esposo: financió en parte los trabajos (reduciendo la contribución de la ciudad a 60.000 francos) y consiguió que Louis Noël, amigo de su difunto marido, construyera el monumento inicial con su yerno Jules Dechin. En 1912 fue inaugurado en unas celebraciones del 14 al 17 de agosto. 

Clasificado en 1931 como Monumento Histórico, el León de Bartholdi, la estatua de piedra más grande de Francia, se ha convertido en el símbolo de Belfort y fue elegido monumento favorito de los franceses en 2020. Su inauguración oficial finalmente tuvo lugar los días 18 y 19 de septiembre de 2011.

Con toda la visión de futuro de la que hizo gala Bartholdi al diseñar su impactante león, no previó que el animal no se quedaría encadenado a su ubicación en piedra, y que se replicaría millones de veces en vehículos de motor que lo llevarían por todas las partes del mundo en un emblema influenciado por él para la marca de automóviles Peugeot, nacida en Montbéliard, a pocos kilómetros de Belfort. Si el coronel conocido como el León de Belfort fue capaz de salir con honor de un enclaustramiento forzoso en la ciudad, no era de esperar que el león de piedra de Bartholdi se conformase con estar por siempre encerrado en aquel mismo lugar.

Fotografías: Gabriela Torregrosa