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Por Emilio Rodríguez García

El valor de la enseñanza


Ya lo dijo Pitágoras: "Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres". Y en materia de educación, somos los padres los que tenemos voz y voto en esta materia.

Después vendrá la enseñanza que caerá en el tejado de los profesores, pero la educación y los valores los debemos poner en casa. Y no de manera teórica, sino predicando con el ejemplo, que es lo más difícil. 

Nada nuevo bajo el cielo, ¿verdad? Aún así, aquí estamos, poniendo límites, aguantando gritos, lloros y súplicas por un bien mayor que esperamos poder recoger en el futuro. Os recuerdo que en España nuestros jóvenes quieren ser influencers, por lo que tenemos un duro camino por delante si queremos tener pensión.

Y los profesores no lo tienen mucho mejor. Podríamos hablar de la pérdida de autoridad en las aulas, de cómo cada vez se aprueba con menos esfuerzos/conocimientos o de la degradación de la enseñanza en nuestro país, lo que se traduce en un mayor fracaso escolar.

Pero no, hoy no nos meteremos en ese jardín, vamos con algo aún más preocupante: el impacto de la tecnología en la enseñanza.

El aprendizaje en pantallas no es el adecuado 

Suecia ha sido el primer país que ha anunciado una desescalada digital para recuperar los libros de texto en las aulas. Ha sido a raíz de los malos resultados en su informe PIRLS, equivalente al PISA que tenemos en España. Invertirá cerca de 100 millones de euros para acelerar el regreso del papel.

¿A vosotros también os sorprende que un país haga caso a expertos y actúe frente a un informe que refleja una decadente evolución? Francia prohibió el lenguaje inclusivo por considerarlo un obstáculo a la comprensión de la escritura. En España aumentamos el número de asignaturas suspensas con las que se puede pasar de curso. Pobrecillo (el estudiante), que si repite se le crea un trauma.

No son pocos los estudios que refrendan la mejora en el aprendizaje a través de papel y lápiz frente a una pantalla (algunos datan de hace más de una década). No leemos igual, no atendemos igual y nuestro cerebro no lo procesa de la misma manera. Las pantallas no mejoran la educación, de hecho, la dificultan provocando una merma en la capacidad de atención, interferencias con los ritmos biológicos, memorización o creatividad, entre otras.

El cerebro humano comprende y retiene mejor lo que lee en formato impreso que en digital. Esto se debe, en parte, a la unidad espacial del libro que favorece la creación de una representación mental coherente de los distintos elementos del texto y sus relaciones. Nos ayuda a recopilar y almacenar lo leído de una manera más eficiente.

Uno de los ardides (en el buen sentido) más pendencieros de esta santa justa contra las pantallas ha sido Michel Desmurget, doctor en Neurociencia y director de investigación del Instituto Nacional de la Salud de Francia. Michel ha sido el primero en clamar que los jóvenes de hoy en día son la primera generación de la historia con un coeficiente intelectual más bajo que la generación inmediatamente anterior. A ver, que lo mismo el reggaeton también ha tenido algo que ver.

Lo ideal sería ver la educación de este país como una inversión y no un gasto. Mejorar el sistema educativo con el mejor enfoque posible. Por desgracia, aún estamos lejos de eso.

Si de algo os sirve, leer libros en papel y escribir a mano, ayudan a la concentración y mejoran el aprendizaje. Es algo al alcance de cualquiera. No hay que perder la escritura manual; no se trata de apostar por uno u otro, sino encontrar el equilibrio y saber cómo debemos trasladar la tecnología al aula. Y os lo dice un informático cuyo día a día como consultor SEO es digital, aún así, anoto todo en mi agenda.

 

 

¿Están nuestros profesores formados? 

Esta reflexión me ha llegado a través de la injerencia de las pantallas en la educación y el auge de soluciones de inteligencia artificial como ChatGPT.

Ante voces críticas que piden prohibir este tipo de herramientas en las aulas, mi opinión es la contraria: formación y búsqueda del encaje adecuado. La inteligencia artificial puede convertirse en un aliado en las aulas que facilite el aprendizaje y potencie las capacidades de los alumnos.

No se puede poner puertas al campo y apelar a la conciencia de los estudiantes tampoco servirá de mucho. Usemos los recursos con los que contamos para potenciar y mejorar nuestras clases. Es clave transmitir cuándo y cómo deben utilizarse este tipo de herramientas evitando su prohibición, dado que, además de inútil, estaríamos dejando pasar la oportunidad de aprovechar un recurso muy valioso y recuperar la atención y pasión de nuestros alumnos.

Si tengo que resumir algo, es que los alumnos aprenden mucho mejor de profesores cualificados que de herramientas digitales. Puedo contar con los dedos de una mano aquellos profesores que quisieron y supieron despertar en mí la chispa del aprendizaje y que motivaron el resto de mi educación. También aquellos para quienes ir a clase cada día era un mero trámite. Sin ilusión, compromiso, formación y experiencia, el aprendizaje será, cuanto menos, dudoso.

El debate que nos atañe debe ser si es sensato proporcionar a los profesores (cualificados y bien pagados) herramientas de enseñanza digital; por desgracia, en muchos ámbitos lo que se dilucida es si podemos ahorrar dinero sustituyendo el tiempo humano cualificado de enseñanza por tiempo informático automatizado, lo que irá en detrimento de la enseñanza de nuestros jóvenes estudiantes.