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Por Emilio Rodríguez García

El valor de los datos


Internet es un espacio sin límites, donde la información fluye constantemente y los datos se acumulan a una velocidad vertiginosa. Todo lo que hacemos en línea, desde realizar una búsqueda en Google hasta publicar una foto en Instagram, genera datos que son recolectados y almacenados por diversas empresas y organizaciones. En muchos casos, ignoramos que esos datos existen, que son analizados para conocernos mejor y que no recibimos nada a cambio.

Comencé a dar formaciones en Google Analytics en 2009, y ya entonces una de las primeras reflexiones que hacía era que la herramienta de Analytics no es gratis, pagamos con nuestros datos.

Algunos consideran que estos datos son un activo dado que pueden utilizarse para personalizar las experiencias de las personas y fomentar el desarrollo de nuevos productos y servicios. Sí, esa es la teoría que esgrimen las empresas, sin embargo, esta visión positiva y utópica no es compartida por todos (yo el primero).

Uno de los principales problemas es que, en muchos casos, estos datos son recolectados sin el consentimiento explícito de las personas. A menudo se utilizan tácticas engañosas o poco claras para obtenerlos, lo que hace que los usuarios no sepamos realmente qué estamos compartiendo. Además, una vez que los datos han sido recolectados, es difícil saber quién los tiene y cómo se están utilizando.

Algunas voces señalan el peligro de exponer nuestra privacidad hacie el acoso, la discriminación, la extorsión o incluso el robo de identidad. Yo, a mayores, también señalo el hecho de que los estamos regalando y no cobramos nada por ellos. Esos datos tienen valor y, si los quieren, deberían pasar por caja.

¿Queréis más control sobre vuestros datos?

Ser selectivos con las aplicaciones o servicios de los que hacéis uso. Eso es básico, si limitamos nuestra exposición, controlaremos el principal foco de los datos.

El siguiente paso será leer con detalle y detenimiento las políticas de privacidad y términos de uso de todas y cada una de las aplicaciones que empleamos. Disculpad, esto último era broma. Nunca nadie, salvo casos aislados de personas con el síndrome de Savant abogados o asistentes de políticos que están a punto de hacer un negocio, se ha leído semejante tocho.

El segundo paso real será conocer de qué manera las aplicaciones que utilizamos captan nuestros datos y los almacenan. Empresas como Google, Facebook o Tiktok, nos dan la opción de configurar que queremos que se almacene y con cuánta frecuencia debe ser eliminado.

Por ejemplo, Google dispone del bloque de datos y privacidad: https://myaccount.google.com/data-and-privacy?hl=es desde el que podremos configurar y revisar lo que sabe de nosotros, que en muchos casos es más de lo que conocen nuestros amigos y familiares.

 

 

En el caso de Facebook, nos dan la opción de descargar todo lo que el gigante ha ido recopilando de nuestra actividad, mensajes privados incluidos. Lo podemos ver desde aquí: https://www.facebook.com/help/1701730696756992

Derecho al olvido

Si un buscador (Google, Bing, Yahoo, etc.) está mostrando información sensible de nuestra persona, podemos contactar con la página original para que la retiren o, en el caso de que sea una web de nuestra propiedad, tenemos diversas opciones para la eliminación de dicha página de las búsquedas.

A mayores, todos los buscadores disponen de herramientas para solicitar la eliminación de información sensible y garantizar el derecho al olvido. En este sentido, lo ponen bastante fácil.

¿Armas o gatitos?

Esta semana ha saltado a la palestra la sensacionalista noticia de que Nammo, uno de los mayores fabricantes de munición de Europa (Dinamarca), ha alertado de que la expansión de su planta de producción Raufoss se ha visto comprometida debido a que no dispondría del suministro eléctrico necesario para operar. 

Lo gracioso de todo es que la fábrica no podría operar debido a que la estación de energía que le tiene que dar soporte estaría completa abasteciendo un centro de datos de TikTok. ¿Valen más los datos que las balas? parece que en Oslo sí.