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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Los restos del MIR


Cada año quedan plazas disponibles para realizar las especialidades de medicina mediante el proceso MIR (Médico Interno Residente). Es un dato que cada año resulta polémico pero debe analizarse mucho más a fondo antes de frivolizar con ello, como acostumbran quienes sacan beneficio de las polémicas. Porque, aunque parezca raro, sí hay gente que sale beneficiado de todo esto, empezando por quienes aún perciben un salario sin trabajar gracias a un sindicato.

La mayoría de plazas libres que no selecciona ningún médico se corresponden con la especialidad de Familia y Comunitaria, conocido popularmente como médico de familia, atención primaria o médico de cabecera. Estas plazas denominadas de difícil cobertura se ubican en entornos rurales alejados. Por el contrario, en enfermería es una de las especialidades más demandadas por las aspirantes a la formación, no quedando desierta ni una sola vacante.

¿Por qué se presentan estas diferencias entre ambas profesiones? Si nos centramos en las palabras del sindicato médico CESM, se debe a las condiciones laborales ofertadas, remarcando siempre el salario. Sin embargo, es una mentira más que hace honores al dicho de a río revuelto, ganancia de pescadores. Una distracción más para no valorar el fondo de la cuestión y la propia responsabilidad que tienen al respecto los médicos y sus representantes en sindicatos y colegios.

Si se habla de médicos famosos, todo el mundo conoce a Pedro Cavadas, como un referente de la medicina general a nivel nacional. Sin embargo, Pedro se dedica a la cirugía reconstructiva. No quiere decir por ello que no tenga conocimiento de otras materias, de hecho, es evidente que las tiene. Pero resulta evidente que no puede ser referente en otras materias alejadas a su trabajo y formación frente a los profesionales que las desarrollan.

En mismo lugar podríamos citar a Luis de Benito, el médico negacionista de la COVID que, con su discurso, ganó mucho dinero eludiendo su información profesional. Un médico digestivo del hospital más pequeño de la Comunidad de Madrid y con una clínica privada de endoscopias, es decir, alguien que no trató en ningún caso pacientes COVID pero se permitía el lujo de condicional la opinión pública en la televisión.

No cabe duda de que si fuera por Pedro, esas plazas de especialidad de medicina estarían cubiertas. Sin embargo, dudo que Luis fuese el mejor consultor para los futuros residentes. Por ello, sucede que los médicos carecen de información suficiente a la hora de elegir; su única referencia es la televisión, las redes sociales y la fama de cada plaza. Parece más aparente ser traumatólogo en el Puerta de Hierro de Madrid que en el Hospital General de Ciudad Real, independientemente de la labora que vayas a realizar o de los pacientes que puedan beneficiarse.

De esta forma, es bien conocido el desprestigio que sufre la Atención Familiar y Comunitaria. Pero no es por parte de los pacientes, en absoluto. Ellos están encantados de la relación profesional-paciente cuando su médico es alguien en quien confiar. Máxime en el medio rural, alejado, donde el cupo suele ser inferior y la citada relación pasa a ser más personal, tranquila y con una confianza mucho más alta. Los malos comentarios proceden de los hospitales desde el minuto cero, donde se trata a los especialistas de familia como torpes, sin conocimiento o, simplemente, como secretarios de la medicina "de verdad".

Cuando pasas seis años de carrera escuchando este tipo de comentarios es imposible que sientas atracción por ese recóndito. Si los sindicatos y colegios favorecen el desprestigio y anuncian que siempre quedan libres, entonces es normal que la gente se aleje todo lo posible. Básicamente por desconocimiento general. Porque cuando no sabes algo, no eres consciente de que no lo sabes, ignorando la realidad que se puede esconder.