Para los aficionados al deporte oval no hay nada comparable al hecho de jugar un Mundial de Rugby, de hecho, la única vez que España ha participado en este evento deportivo de primer nivel fue en 1999.
La semana pasada los aficionados al rugby y los ajenos a él, asistimos atónicos al esperpento que se estaba produciendo en la Federación Española de Rugby (FER) que ha terminado con la decisión de World Rugby de descalificar a la selección española del próximo Mundial de Rugby que se celebrará en Francia en 2023.
En resumen, el jugador sudafricano Gavin Van den Berg del Club Alcobendas Rugby, presuntamente falsificó su pasaporte y denunció su pérdida, para cumplir con los requisitos de elegibilidad y así poder jugar con la Selección Española. En concreto, haber permanecido en nuestro país durante un periodo de 36 meses sin salir durante más de 60 días.
Este hecho ya es muy grave, pero lo peor es que no es la primera vez que sucede. Y es que la Selección Española de Rugby ya fue descalificada del pasado Mundial de Rugby 2019 celebrado en Japón por el mismo motivo: la elegibilidad de dos jugadores de origen francés quienes habían jugado previamente con la Selección Francesa sub-20 antes de jugar con la Selección Española, por lo que no podían jugar con el XV del León.
Por esta razón la FER creó un “comité de elegibilidad” ad hoc con el fin -supongo- de examinar y verificar el cumplimiento de los requisitos para elegir jugadores seleccionables de origen diferente al nacional. Parece que no ha funcionado todo lo bien que debería.
Pero, ¿quién tiene la culpa de este despropósito? Y, sobre todo, ¿qué tipo de responsabilidad tienen los implicados?
En primer lugar, las consecuencias deportivas, la propia FER ha anunciado que sigue abierto el expediente disciplinario extraordinario frente al Club Alcobendas Rugby anunciando que las sanciones pueden ir “desde una sanción económica a una descalificación o pérdida de categoría, en su caso de la Liga de División de Honor, además de la pérdida de la condición de Gavin Van den Berg de jugador de formación (F), siendo todas ellas acumulables”.
En segundo lugar, las consecuencias penales. Ya que la presunta falsificación de un documento público como es el pasaporte, es un delito tipificado en el artículo 392 del Código Penal castigado con las penas de prisión de seis meses a tres años y multa de seis a doce meses. Como también lo es, la presunta denuncia falsa de la pérdida de un pasaporte que podría dar lugar también a un delito de simulación de delito, castigado en el artículo 457 del Código Penal con la pena de multa de seis a doce meses.
De constatarse estos hechos, también se impondrían las mismas penas a las personas que hubieran intervenido como coautores, inductores y/o cooperadores necesarios, mientras que a los cómplices de dichos delitos se les impondría las penas inferiores en grado.
Y, en tercer lugar, las consecuencias civiles, por la vía de la responsabilidad civil. Quizá la opción más remota, pero plausible. Dispone el artículo 1.902 del Código Civil que “El que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado.”
Pues bien, parece evidente que, de acreditarse la supuesta falsificación del pasaporte para conseguir la elegibilidad del jugador, también daría lugar a un ilícito civil que debería ser indemnizado económicamente. No sólo el daño económico, materializado en la pérdida de patrocinadores, visibilidad, prestigio, notoriedad, coste de oportunidad, etc.; sino también el daño moral a los jugadores, staff y afición. Sin embargo, estos extremos son difíciles de valorar y sobre todo de cuantificar.
En esta última responsabilidad, también podría tener parte la FER, por no verificar correctamente el cumplimiento de los requisitos de elegibilidad, por la aplicación analógica de la institución de la “Culpa in vigilando”. Si bien pese a la claridad de la negligencia esta opción parece más complicada.
Se hace muy difícil seguir avanzando cuando tropiezas dos veces con la misma piedra. El daño a la imagen del rugby es grande, a la afición, a los jugadores y al staff es aún mayor.
En fin, que toca seguir remando. Y seguir soñando con jugar un Mundial. Como dice el lema de mi club: In contraria ducet (en la adversidad, lucha).